domingo, 10 de agosto de 2008

Georgia - ¿Qué pasa?

Una vez más, aquí llega la Gacetilla al rescate de las masas desinformadas.

Recordamos aquí un viejo chiste que describía como dos exploradores en Africa, eran acechados por los leones. Con mucho sigilo, uno de ellos empezaba a calzarse unas deportivas, mientras que el otro le preguntaba perplejo si de verdad creía que iba a poder correr más que los leones. Le contestaba el primero: "No, más que los leones no. Pero podré correr más que tú."

Pues algo parecido es lo que parece estar ocurriendo en Georgia. Nos explicamos a continuación.

Algunos puede que no, pero los lectores más avezados de la Gacetilla os habréis soprendido ayer, al ver que la ex-República Soviética de Georgia, un país más pequeño que Castilla - La Mancha, con menos población que la Comunidad Valenciana y con un PIB de menos del 20% de la provincia de Alicante, ha declarado el estado de guerra con Rusia.

Para aquellos que nos os hayáis despistado últimamente, Rusia sigue teniendo más de 3.000 cabezas nucleares montadas en misiles intercontinentales. Eso quiere decir que tocan a una cabeza nuclear intercontinental rusa por cada 1.500 georgianos. Y eso sin contar las de medio y corto alcance, ni las montadas en bombarderos estratégicos ni submarinos nucleares.

No es nada raro que haya guerras entre países grandes y pequeños. Sin embargo, llama poderosamente la atención que la guerra se haya producido tras un ataque georgiano (¿Os imagináis? ¡Al ataaaqueeerl...!). ¿Pero de que van estos tíos?

Habrá quien piense que Rusia se ha metido en una operación militar fuera de sus propias fronteras pero, teniendo en cuenta que el 90% de las víctimas del ataque georgiano (los osetios) tienen pasaporte ruso ¿era realista esperar lo contrario?

Bueno, pues como de costumbre, aquí llega la Gacetilla Panfletaria al socorro de los menos informados, explicando lo aparentemente inexplicable.

Sucede que al escindirse la Unión Soviética, muchos rusos, que se habían movido por ella mientras existió, y se habían casado con personas de otras repúblicas, o simplemente se habían mudado por trabajo a repúblicas no rusas, se quedaron en minoría dentro de las nuevas repúblicas independientes.

Cuando se desmontó la Unión Soviética, se celebraron unos referendums de independencia (en todos salió "Sí" con más del 90% de los votos, ya sabéis como funcionaban estas cosas entonces) y se instalaron gobiernos en las nuevas repúblicas cuyo único propósito claro era el de apuntalar la independencia.

Las políticas que utilizaron nos suenan mucho en España: eliminación de la lengua común (ruso en aquel caso), enseñanza obligatoria en la lengua alternativa (georgiano en Georgia), modificación de los topónimos, revisión de los libros de historia para presentar a Rusia como una fuerza opresora y canalla... en fin, lo típico.

En algunas repúblicas, se llegó incluso a extremos que aquí no hemos visto (al menos todavía). Las nuevas repúblicas negaron el pasaporte a los miembros de la comunidad rusófona local, incluso a aquellos que ya habían nacido en suelo de las repúblicas recién independizadas. De esa forma, les negaron el acceso a los puestos de funcionario (que allí son muchos más que aquí), licencias administrativas (y allí hacen falta muchas más, etc.) . Vamos, que sólo faltó que les metieran en vagones de ganado y los expidieran para la frontera.

Como es natural, muchos de los rusófonos víctimas de esta celérica reescritura de fronteras e historia se sintieron perjudicados. Como eran tantos, sucede que en algunas zonas formaban incluso la mayoría de la población. Tal es el caso de Transdniestria (en Moldavia) o Ucrania Oriental.

Eso por un lado. Pero adicionalmente, había regiones, dentro de las nuevas repúblicas, cuyos habitantes formaban minorías étnicas autóctonas, que seguían quedando en minoría dentro de las nuevas repúblicas, y que por lo tanto no veían mucha ventaja a desgajarse de Rusia. Estos se sentían naturalmente identificados con las minorías rusófonas.

En el caso de Georgia, por ejemplo, la independencia obligaba a aprender georgiano, que no sólo tiene la ventaja de que no lo habla nadie más que 4 millones de personas en una parte pobre del mundo, sino que además cuenta con el aliciente adicional de tener su propio alfabeto, que al resto de los mortales nos parece un conjunto de gusanitos encantador pero incomprensible. Eso para que nos quejemos del euskera.

Eso sucedió en Abjasia y Osetia del Sur, que están en Georgia. De modo que, ya que Georgia había declarado su independencia en 1991, ambas regiones decidieron declarar la suya propia.

En el caso de Abjasia, se da la circunstancia que su pertenencia a Georgia fue decretada democráticamente (según su costumbre habitual) por Josef Stalin, que casualmente era georgiano. Esto no tuvo mayor importancia, puesto la decisión se produjo en el seno de la Unión Soviética. Sin embargo, si Georgia se hacía independiente, la cosa era distinta. En 1993, Abjasia declaró su propia independencia de Georgia.

Los georgianos de Abjasia (45% de la población) no parecían estar completamente de acuerdo con la independencia, de modo que la consiguiente guerra terminó con una limpieza étnica casi total. La cosa costó 15.000 muertos, y 250.000 georgianos de Abjasia acabaron expulsados por la fuerza del territorio. Qué gran cosa es la independencia, por fin somos libres de liarnos a tiros entre nosotros, no como antes, que no nos dejaba el gobierno opresor.

El caso de Osetia del Sur es todavía más triste. Los osetios y los georgianos se llevaban históricamente bien, y los matrimonios mixtos eran muy comunes. Sin embargo, los osetios no tenían ganas de independencia, de modo que el Soviet Supremo de Osetia del Sur ya proclamó la unificación con Osetia del Norte (que está en Rusia) en 1989.

Los georgianos lamentaron discrepar, y siguiendo el protocolo que rige en el Cáucaso para estos casos, se liaron a tiros inmediatamente. Al final del conflicto, en 1992, ya se habían inflingido unos a otros un número de muertos que las partes juzgaron suficiente para satisfacer sus respectivos quebrantos, agravios y necesidades de sangre en general, y se llegó por tanto a un alto el fuego.

Bueno, y así llegamos a 2008, y nos volvemos a plantear nuestra pregunta: ¿se han vuelto locos los georgianos?

Como los lectores más antiguos de la Gacetilla sabrán, en el mundo hay muchos menos locos de lo que la prensa de segunda calidad nos hace creer. Generalmente, cuando parece que un tío está loco, lo que suele suceder es simplemente que está pensando algo que a nosotros no se nos había ocurrido. Pero para eso está la Gacetilla, para aclarar estas cuestiones.

En el caso de Georgia, la parte mollar de la historia comienza en 2004, con la elección de Mijail Saakhasvili, ese gran hombre, como Presidente de la República. Contaba entonces el mozalbete con 36 añitos. Un polluelo.

¿Pero quien era este señor? Pues empezó siendo un estudiante georgiano de 25 años que trabajaba en derechos humanos para el gobierno de Edvard Shedvardnadze.

Tal vez recordéis al viejo Edvard. Sí, se trataba del inefable Ministro de Exteriores soviético, que tanto ayudó a Mijail Gorbachev para desmontar la Unión Soviética. Sucede que era georgiano y que fue nombrado a toda prisa para regentar su neo-país, una vez que las infaustas campañas militares en Abjasia y Osetia del Sur dieron al traste con el gobierno del primer Presidente de la Georgia independiente, el impagable prócer Zviad Gamsajurdia.

Bueno, pues en 1992 nuestro Edvard identificó al joven Saajasvili como beneficiario del nuevo programa de becas americano Muskie, orientado a formar a unos cuantos "jóvenes demócratas" (ya entendéis) procedentes de la vieja Unión Soviética. Y allá que se fue nuestro Saajasvili a los EE.UU.

Hasta 1995, nuestro amigo estudió derecho en las univesidades de Columbia y George Washington. Una vez que terminó, se empleó, con un sueldo atómico (como suele ser el caso para los abogados que salen de las universidades prestigiosas en EE.UU.), en un bufete de Nueva York.

Pero no estuvo allí ni un año, porque en seguida fue reclamado de vuelta por (ya os lo habréis figurado) nuestro viejo Edvard, que en 1995 nos lo puso de candidato a diputado (subsiguientemente electo).

Su primer trabajo de diputado fue el de presidir la comisión que debía revisar el sistema electoral y judicial completo de Georgia. No está mal para un chaval de 30 años con menos de 1 año de experiencia laboral. Más tarde fue elegido "hombre del año" y después nombrado Ministro de Justicia. Reguay.

Las cosas iban bien para Saajasvili, pero mal en Georgia. Por lo tanto, al poco tiempo (en 2001), nuestro buen amigo "descubrió" que el poder estaba corrupto en Georgia y decidió montar un nuevo partido. No se os escapa que para esto hace falta nombre, pero también algo de dinero.

En 2003 se celebraron unas elecciones en Georgia que fueron denunciadas por fraude. Se montó un buen fregado, la "Revolución Rosa", que terminó con Shedvardnadze saliendo por patas y repetición de los comicios que, ahora sí, ganó Saajasvili en avalancha (nada menos que el 96% de los votos). Inmediatamente, empezó la fiesta.

Llegados a este punto, hacemos otro preámbulo. Para los que no sigáis asiduamente la Gacetilla, sabed que el petróleo se acaba (ya os lo parecía, claro), de modo que hay que empezar a sacarlo de donde antes no se sacaba.

El sitio más prometedor del mundo es el Caspio y, en particular, Kazakistán, Turkmenistán y Azerbaiyán. Coincidiendo con la independencia de tan jugosas repúblicas a partir de 1990, se empezó a pensar como sacar ese petróleo hasta mar abierto, donde se pueda embarcar en petroleros.

La primera opción evidente era hacia el norte, utilizando la red de oleoductos rusos. Malo. Si Rusia fuera monopolista en este sentido, se subiría a la parra con los precios de transporte. O sea que no.

Uno de esos oleoductos (el más corto) pasa por Chechenia. Casualmente en esta época les dió a los Chechenos (400.000 habitantes) por tratar de independizarse de Rusia (150.000.000 de habitantes) a tiros. Un día de estos nos enteraremos de donde sacaron tan brillante idea (y la pasta para balas), pero entre tanto, la guerra de Chechenia no fue buena para el oleoducto.

La segunda posibilidad evidente era hacia el sur, atravesando Irán. Uy, uy, uy, casi peor. Tampoco.

La tercera fue pasando por Azerbaiyán, luego Georgia (mira tú por donde) y finalmente Turquía. Casualmente también, en esa época se libró la guerra de Nagorno-Karabaj (que enfrentó a Azerbaiyán y Armenia), casi a la vez que las de Abjasia y Osetia del Sur (en Georgia). Todas ellas tuvieron el grato fin de terminar dejando colocado un gobierno en cada uno de esos países que profesa una incuestionable lealtad al sacrosanto oleoducto.

A estas alturas, no sorprenderá a nadie descubrir que Georgia tiene frontera con Chechenia, ni que los rusos acusan a los georgianos de ayudar a los chechenos.

Por cierto ¿recordáis al primer Presidente independentista de Georgia, el inefable Zviad Gamsajurdia? ¿Sabéis adonde huyó el muchacho cuando le echaron a patadas en 1992? Pues a Chechenia, fíjate tú. Ya es casualidad, con lo grande que es el mundo.

Bueno, y así llegamos a 2004, con Georgia alojando un oleoducto estratégico tras varias guerras, y con nuestro cuasi-becario Saajasvili en el poder con el 96% de los votos.

¿Qué hace entonces Saajasvili? Pues llena el gobierno de ministros "educados en EE.UU.", como dice la prensa cuando quiere decir "miembros del club".

Inmediatamente empiezan las acusaciones de corrupción (qué raro) y el respaldo popular a la oposición, casi inexistente al principio de la legislatura, se pone a subir como la espuma.

La cúspide de la felicidad llega así a Saajasvili 3 años más tarde, cuando su ex-Fiscal General, ex-Ministro de Interior y ex-Ministro de Defensa un tal Irakli Okruashvili, de 32 años, da la campanada.

El tal Okruashvili, sale del gobierno y se va diciendo que Saajasvili está corrupto hasta la médula. Ilustra sus afirmaciones de forma, podríamos decir, ciertamente gráfica. En particular, y entre otras lindezas, acusa a Saajasvili de ordenarle "eliminar" (literalmente) a varios opositores políticos. Ya veis. Casi ná.

¿Os dais cuen? ¡El muy canalla quería hacerle un "Shervarnadze" al bueno de Saajasvili! ¡Pero qué morro! ¡Mira que atacarle con sus propios trucos patentados! ¡Qué falta de recursos escénicos tan denostable!

¿Y cómo reacciona nuestro amigo? Pues para empezar, manda detener a su ex-Ministro, acusándole de abuso de poder, blanqueo de dinero y (ojo a esto) nada menos que extorsión. Tras obtener la correspondiente confesión de Okruashvili grabada en video (y después convenientemente publicada), la fiscalía de Georgia descubrió que el pobre reo estaba enfermo (truco que os sonará a los que seguís la "lucha antiterrorista" en España) y le dejó en libertad bajo fianza. Okruashvili pareció capaz de recabar los 6 millones de dólares que le pidieron de fianza con destacable soltura, y aprovechó para huir inmediatamente a Francia, pedir asilo, y reiterar desde allí sus acusaciones anteriores.

Se conoce que las explicaciones oficiales de Saajasvili no fueron del todo convincentes, porque se le montó un movimiento pacífico de protesta, que intentó montar una acampada frente al parlamento. Tras seis días de fregado, la cosa acabó cuando Saajasvili declaró el estado de emergencia, metió a la policía a saco y echó a los acampados (unos manifestantes 500 acabaron en el hospital).

Os imaginaréis que la cosa no tuvo muy buen efecto en el apoyo electoral de Saajasvili, que empezó a desplomarse. Antes de que la cosa se pusiera peor, nuestro buen Saajasvili decidió anticipar las elecciones. Cuando se celebraron, Saajasvili reclamó haber sacado el 53% de los votos y que por lo tanto no hacía falta segunda vuelta.

Como empieza a ser costumbre en todo lo que hace este señor, eso era solamente casi cierto. Sucede que la oposición, que subía como la espuma, consiguió, a pesar de tener un candidato poco conocido, la victoria en la capital, Tbilisi. Sin embargo, Saajasvili logró mantener su apoyo en el campo. Si Saajasvili no hubiera sacado más del 50% de los votos, habría tenido que ir a una segunda vuelta y ahí, con solo 2 candidatos y una campaña electoral prolongada, la cuestión podría haber sido muy distinta. La oposición denunció pucherazo electoral, pero la comunidad internacional aceptó (con ciertas reservas) la victoria de Saajasvili.

A continuación, y por lo que pudiera pasar, Saajasvili comenzó entonces una huida hacia adelante.
En primer lugar, intensificó la cooperación con Israel, que había empezado en 2001, y que bajo Saajasvili había llegado hasta el punto de colocar directamente de Ministro de Defensa a un judío de 3o años, Davit Kezerashvili, que había nacido en Georgia, pero que había pasado gran parte de su vida en Israel (en calidad de ciudadano israelí, por cierto). El bueno de Davit,que no ha hecho ni el servicio militar en Georgia, era hasta entonces jefe de la inspección de Hacienda de Georgia, puesto de confianza particularmente sensible en un ambiente en el cual el blanqueo y la evasión fiscal representan una parte desproporcionadamente grande de la economía y (como hemos visto) de la política.

En segundo lugar, montó unos ejercicios militares conjuntos con EE.UU., para mejorar la capacidad de operación conjunta del ejército americano y el georgiano. Los lectores más fieles recordaréis como nos sorprendía ver al ejército norteamericano haciendo ejercicios militares en suelo ex-soviético.

Y ahora sabemos lo que nos había reservado en tercer lugar. El 8 de Agosto de 2008, mientras cientos de figurantes representaban la paloma de la paz en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, el ejército Georgiano lanzaba un ataque sobre Tsingivali, capital de Osetia del Sur, desencadenando una guerra que, en 2 días, ha causado unos 20.000 muertos.

Llegado este punto, no podemos dejar pasar la ocasión de reflexionar sobre la triste situación de la población de Georgia. Gracias a haber dejado sacar a sus políticos tanto partido del discurso nacionalista, ahora su país es más pequeño, sus políticos se acusan mutuamente de asesinato y de hacerse millonarios robando, las potencias petroleras les mangonean y un chaval de 30 años que nunca ha estado a menos de 200 kilómetros de una trinchera georgiana les lidera en una guerra que les ha costado ya 20.000 muertos.

¿Cuanto provecho han sacado los georgianos tras 18 años de independencia y nacionalismo? ¿Han conseguido beneficiarse de su posición geoestratégica, o más bien han conseguido que se convierta en una maldición? Preguntas para la reflexión.

En fin, ya sabéis. Al ver venir a los leones, hay quien se calza las deportivas para intentar dejar detrás a un compañero. Pero en política nacionalista, no falta quien se las calza para dejar atrás a 20.000 compatriotas. Así funciona.

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