Hay que ver como está el Europatio. Políticos, banqueros y periodistas se telefonean, almuerzan juntos y se arremolinan en corrillos pasilleros con circunspectas caras y grave ademán. Su gesto es tan adusto que, más que de debate político, sus conversaciones parecen propias sala de espera de dentista, como si un dolor físico les fuera inminente e inevitable. Aunque bueno, ya sabéis que no es así con todos los dentistas. Había uno, famosamente, que exhibía un letrero como sigue: “Extracción de muela con dolor, 50 EUR; sin dolor, 20 EUR”. Un paciente extrañado, tras comprobar que había entendido bien el letrero, decidió sin muchas dudas pedir que su extracción de muelas fuera sin dolor, la más barata. No bien se hubo el hombre sentado, que el dentista le introdujo unos alicates en la boca y comenzó a tirar de la pieza cariada. “¡Ay, ay, ay!” exclamó nuestro pobre paciente. A lo cual replicó el dentista al punto: “¡No siga gritando, que se la cobro con dolor!”.
Ay, qué desGrecia tan grande
Bueno, pues no es para menos, porque lo de Grecia promete dolor, cuando menos en la cartera. Probablemente ya saben hasta los más desinformados qué está pasando con la crisis griega: que el Estado griego se ha arruinado y probablemente no va a pagar a sus acreedores lo que les debe. Puesto que todo el mundo sabe que los griegos pueden no pagar, casi nadie se aviene ya a prestarles. Y como el Estado griego sabe que casi nadie le presta, pues está reduciendo gasto, para ver si consigue gastar menos de lo que ingresa por vía de impuestos. Lo malo es que la reducción del gasto público provoca una caída de la actividad económica, lo cual a su vez reduce la recaudación impositiva, esto exige que el Estado griego haga nuevos recortes de gastos, y vuelta a empezar.
Así, mientras que el Estado griego intenta reducir su gasto lo suficiente como para por fin dejar de seguir teniendo que pedir prestado, lo cierto es que de momento sigue necesitando acudir a los mercados a pedir más dinero. Además, resulta que no solo tiene que financiar su déficit, sino que además tiene que pedir un dinero extra para pagar con él las deudas que acumuló en su día para financiar déficits pasados, las cuales van venciendo en estas fechas. En otras palabras, que los griegos necesitan seguir pidiendo prestado para financiar su déficit actual y también para refinanciar los déficits anteriores.
Estando así las cosas, al Estado griego no resta otra posibilidad que ofrecer intereses cada vez mayores para conseguir que los pocos que aun se atreven sigan prestándole.
Peligro a proa
¿Y qué pasaría si no consigueran el dinero necesario para ambas cosas (financiación y refinanciación)? Pues que tendrían que dejar de pagar algo, lógicamente. Parce claro que impagar a los proveedores actuales significaría paralizar el país, puesto que esos proveedores dejarían de arreglar carreteras, acudir a trabajar o suministrar a hospitales. Por eso, lo probable es que el pago que se quedaría sin atender en caso de necesidad sería el de refinanciación, es decir, los acreedores financieros que en su día prestaron para financiar déficits pasados, cuyas deudas vencen ahora.
Como os podéis imaginar, si el Estado griego dejase de pagar a sus acreedores financieros, entonces no es que ya no encontraría a casi nadie que siguiera financiándole, sino que directamente de golpe ya no encontraría a absolutamente nadie, porque aunque hay algunos prestamistas dispuestos a correr riesgos a cambio de un interés mayor, no hay ninguno que preste a quien directamente no paga.
Siguiendo con el razonamiento, si el Estado griego de golpe no tuviese quien le financiase, entonces no podría gastar estrictamente ni un Euro más que lo que cobrase por impuestos. Imaginad el escenario. Podría tener que poner de golpe a miles de funcionarios en la calle, cerrar algunas universidades, escuelas, hospitales y cárceles (indultando a muchos presos, qué suerte iban a tener estos).
Pero además tendría que reducir las aportaciones a los ayuntamientos, los cuales a su vez tendrían que racionar algunos servicios, como la recogida de basuras, que tal vez podría pasar a ser semanal en lugar de diaria... en fin, un buen fregado. Por supuesto, todo esto enmedio de un abrupto aumento del paro (empezando por los funcionarios, maestros, militares, médicos y barrenderos despedidos), de las manifestaciones radicales y quien sabe si todo a beneficio de cualquier populista o extremista. Pero si no hay dinero, pues no hay dinero.
Soluciones dracma-ticas
Lo malo de que se diera una situación así, además, es que además se crearía un problema adicional, y mayor si cabe, porque el gobierno podría estar tentado de aprobar una ley que reinstaurase el dracma, en lugar del euro, devolviendo así al Banco de Grecia la capacidad de imprimir dinero, y solucionando por esa vía los problemas más acuciantes.
Pero claro, el problema de volver al dracma, es que si se pasan por decreto los sueldos de la gente desde euros hasta dracmas, también habría que cambiar simultáneamente sus hipotecas, porque el electorado no entendería lo contrario (¡estaríamos de broma!). Claro que entonces, si se obligase a los bancos a cobrar en dracmas, habría que permitirles a ellos también que pagasen en dracmas y, por lo tanto, todas las cuentas corrientes del país se pasarían de euros a dracmas simultáneamente.
Lamentablemente, mientras que el gobierno griego tiene toda la capacidad legal (o de facto) para pasar de euros a dracmas dentro de su país, no tiene capacidad de imponer su decisión internacionalmente. Por lo tanto, aunque los bancos griegos podrían pagar a los ciudadanos griegos en dracmas, cuando se tratase de deudas que esos mismos bancos tuviesen con bancos extranjeros, estos últimos (alemanes y franceses sobre todo), exigirían seguir cobrando en euros lo que se les debe.
Esto, en si mismo no sería mayor problema. Sin embargo, hay una complicación, porque todo el mundo sabría que la razón para la vuelta al dracma sería dar al gobierno griego la oportunidad de imprimir más moneda para solucionar sus problemas, la impresión de moneda generaría inflación en dracmas y el dracma se devaluaría rápidamente respecto al euro.
Y puesto que los bancos griegos cobrarían a sus deudores (griegos todos ellos) en dracmas, pero seguirían teniendo que devolver parte de sus deudas en euros, irían a la quiebra. Naturalmente, el gobierno griego podría entonces dictar una ley eximiendo a sus bancos de la obligación de atender sus compromisos con los bancos extranjeros, pero eso es flagrantemente contrario al derecho comunitario, y entonces Grecia sería expulsada no ya de la Eurozona, sino incluso de la Unión Europea. Por lo tanto, es improbable que el gobierno griego haga una cosa similar. Por el contrario, el Estado griego podría rescatar a sus bancos, imprimiendo para ello todavía más dracmas, aun con la consecuencia de exacerbar la devaluación del dracma.
Abriendo la caja de Pandora
Parad ahora un momento y considerad el punto de vista del ciudadano griego de a pie en una situación así. Sus ahorros han sido redenominados abruptamente de euros a dracmas, la impresión de dracmas necesaria para financiar al Estado y para salvar a los bancos ha desatado una inflación pavorosa, y esta a su vez ha provocado una fuerte depreciación del dracma. En otras palabras, los 100.000 EUR que tenías ahorrados para jubilarte, se han convertido en 100.000 dracmas, que al poco tiempo ya solo valen 30.000 EUR. En otras palabras, has perdido 70.000 EUR prácticamente de la noche a la mañana.
Y ahora rebobinemos un poco, y volvamos al momento en el cual el Estado había impagado a sus acreedores financieros, y fijaos en una cosa. En cuanto se diera el impago, los ciudadanos griegos verían que el país se vería abocado a una vuelta al dracma, entenderían que se encuentran en riesgo de perder sus ahorros (por el proceso que hemos descrito), e intentarían inmediatamente sacarlos del país sin más demora. Naturalmente, no todos los griegos están tan informados, pero os aseguramos que algunos sí que lo están, y que los los demás les seguirían, provocando una auténtica estampida de ahorradores tratando de sacar sus ahorros simultáneamente, para transferirlos al extranjero.
Puesto que los bancos no pueden atender a una demanda repentina de fondos por parte de todos sus ahorradores, los bancos suspenderían pagos, y millones de ahorradores se verían abocados a reclamar sus ahorros por la vía judicial. Y ante el colapso judicial que semejante situación representaría, el gobierno griego tendría que sacar un decreto regulando (y restringiendo) el acceso de los ahorradores a sus ahorros en los bancos. Eso fue lo que pasó en Argentina en 2001: el famoso corralito alcanzaría en esta ocasión a un país de la Eurozona.
Desde Atenas hasta Frankfurt
Pero aun hay más. Pensad en los ahorradores de Irlanda o Portugal, al ver las barbas de los griegos mesar: ellos temerían ser víctimas de un problema similar, y reaccionarían intentando sacar rápidamente sus ahorros de sus respectivos países, provocando otros dos corralitos. ¿Y entonces? Tal vez los españoles harían lo propio, y quien sabe si luego los italianos, los belgas, los franceses... ¿donde terminaría la ola? Cualquier apuesta es buena.
En un escenario así, la Eurozona quedaría dividida entre los países con corralito y los que todavía tuvieran bancos normales (Alemania y tal vez alguno más). Naturalmente, todos los ahorradores colocarían su ahorro (al menos aquel del cual fueran pudiendo disponer paulatinamente) en los bancos no sujetos a corralito, lo cual haría que, en la práctica, solo quedaran en Europa los bancos alemanes, una vez que hubiesen sucumbido la mayoría de los pertenecientes a otros países.
Sigamos pensando. En tal caso, los países víctimas del corralito podrían llegar a tener mayoría de votos en el Banco Central Europeo, y tal vez pudiesen propugnar que este último prestase dinero a los bancos víctimas de las estampidas, imprimiendo para ello nuevos euros. Esta medida, sin embargo, provocaría inflación, lo cual podría ser acogido en Alemania como una declaración de guerra, lo cual podría empujar a esta último país a abandonar el Euro y reinstaurar el Marco alemán como respuesta.
Y la mera sospecha de que Alemania pudiese estar considerando su salida del Euro provocaría nuevos flujos de ahorro hacia los bancos alemanes, en una espiral que aumentaría la tensión hasta que, efectivamente, Alemania abandonase el Euro y, sin su principal miembro, y con muchos de los restantes en corralito y con un desastre financiero en curso, el Euro se liquidase para siempre como una pesadilla financiera.
Apocalypse not yet
Pero no os preocupéis, porque no creemos que nada de esto llegue a suceder. Hemos explicado este mecanismo únicamente para enmarcar qué tienen en la cabeza los actores que esta semana están discutiendo como resolver la crisis griega, pero apostamos a que efectivamente la resolverán, y ahora pasamos a describir qué opciones se están planteando y qué se hará finalmente (ya sabéis que no nos faltan ínfulas ni ambición).
Como hemos visto, todo el problema se desata si el Estado griego impaga, y nadie hace nada para remediarlo, pero (afortunadamente) no caerá esa breva. Y aquí está el meollo de la actual discusión.
El Banco Central Europeo, con Jean Claude Trichet al frente, quiere evitar el impago. Lamentablemente, esto solo puede hacerse si el resto de la Eurozona presta al Estado griego dinero para que pueda hacer frente a la refinanciación. Esto tranquilizaría a los mercados que, a la vista de que, en última instancia, Grecia ha sido rescatada, seguirían prestándole dinero. Qué bien ¿no?
Pues no, ni mucho menos. Porque resulta que es poco menos que imposible que, más adelante, el Estado griego pudiera devolver el dinero que le preste la Eurozona. La razón es que se ha endeudado tanto que nunca podrá devolver todo. Por lo tanto, lo probable es que gran parte de lo que la Eurozona preste no llegue a ser devuelto nunca. Y claro, un préstamo que no se va a devolver no es tal préstamo, sino que es un regalo. Dicho de otro modo, esta solución implicaría que el remedio para el Estado griego, que lleva años gastando más de lo que puede permitirse, y para sus acreedores, que se lo han prestado de manera hoy evidentemente imprudente, sea que al final los demás miembros de la Eurozona paguen el pato.
Victorias con dinero del vecino
Imaginaos como vendería esto el gobierno griego a su electorado: su gran tenacidad negociadora ha conseguido que, al final, los demás miembros de la Eurozona paguen las deudas de Grecia, qué gran éxito. Los electores griegos seguramente votarían por gobiernos que en el futuro prometan hacer lo mismo, y desdeñarían a quienes insistan en mantener políticas de gasto dentro de los límites de lo que el país puede permitirse sin acabar necesitando pedir regalos a sus socios.
¿Y qué me decís de los prestamistas que dieron dinero a los griegos? Saldrían encantados: han cobrado una prima de riesgo pero, gracias a su gran sagacidad, al final se habrían ido de rositas cuando las cosas se complicaron.
Y pensad como recibiriían esto los electorados de otros países con problemas similares a los griegos: nada de cierres de escuelas ni de recortes sanitarios, porque queda demostrado que, si los griegos han conseguido dinero de los socios, con tanto más merecimiento lo conseguiremos nosotros.
Por lo tanto, un regalo de dinero a Grecia provocaría que fuera más probable que en el futuro el país vuelva a pedir dinero, que también lo hagan otros países, y que encima en lo sucesivo les sea más fácil encontrar a prestamistas dispuestos, lo cual hará que, cuando haya que rescatarlos, el coste del rescate sea probablemente mayor que en esta ocasión. ¿Es esta pues una buena solución? ¿Y si no lo es, por qué la defiende el BCE?
La razón es que el BCE ve que si el Estado griego impaga, muchos bancos europeos que le han prestado dinero dejarán de cobrar, algunos entrarán por este motivo en dificultades (especialmente los mismos bancos griegos, que han prestado un dineral a su propio Estado) y no podrán devolver el dinero que el BCE les ha prestado. Y la quiebra de algún banco puede desatar el pánico de los ahorradores, exactamente igual que el corralito.
Que cada palo aguante su vela
Bien, pero entonces ¿qué alternativa hay?
Pues está claro: que impague el Estado griego, y si eso provoca que algún banco quiebre, pues entonces manejar ese otro asunto de forma separada. Esta es la postura que defienden varios países, con Alemania y en su nombre Angela Merkel a la cabeza.
¿Y quien tiene razón? Pues en la Gacetilla (como suele suceder) no tenemos dudas: Angela Merkel tiene razón y Jean Claude Trichet no la tiene. Si quiebra algún banco, pues esa será la consecuencia natural de haber prestado imprudentemente al Estado griego. Los bancos deben hacerse cargo de sus errores.
El problema puede ser (o de hecho es) que el sistema bancario europeo no está dotado todavía de elementos de control del riesgo suficientes. La razón es que, hasta que empezó la crisis, la regulación bancaria en la Eurozona estaba a cargo de cada Estado miembro. Por ese motivo, se esperaba que si un banco se iba al cuerno, el Estado correspondiente debería rescatarlo (u organizar su quiebra ordenada), de tal forma que se evitase un pánico generalizado entre los ahorradores. Desgraciadamente, para que este sistema funcione se requiere que los propios Estados sean solventes, caso que hoy no se da (al menos en el caso griego, evidentemente).
Al empezar la crisis, se tomó la medida de centralizar la regulación bancaria en la European Banking Authority. Sin embargo, la EBA dicta normas, pero de momento no inspecciona bancos ni tiene capacidad para rescatarlos. De ahí que Trichet tema una posible quiebra bancaria.
Pues quizá haya llegado pues el momento de darle esos instrumentos o, más probablemente, de establecer un mecanismo provisional que evite que se produzcan quiebras bancarias de forma temporal, mientras se pertrecha a la EBA adecuadamente. Aunque no lo diga expresamente, eso es lo que defiende Angela Merkel cuando dice, algo crípticamente, que “la contribución del sector privado en el rescate griego debe ser sustancial”. Dicho en román paladino, que el Estado no pague todo lo que debe a los prestamistas privados que le dieron dinero tan alegremente en el pasado, para que estos aprendan. Ya no quedan tontos
No hace falta ser alemán para entender que lo que pide la Merkel es de cajón de madera de árbol. Pero tampoco está de más ponerse en el lugar los alemanes. ¿Os figuráis qué pensarían si su gobierno finalmente poco menos que regala dinero a Grecia, mientras que los bancos acreedores se van de rositas?
Pues les quedaría la sensación de que habiendo sido los griegos quienes votaron a los irresponsables gobiernos que les metieron en ese lío, habiendo sido esos gobiernos quienes no tuvieron las agallas de explicar a sus votantes donde les estaban metiendo, y habiendo sido los bancos prestamistas quienes hicieron posible todo el engaño en última instancia, al final serían los alemanes quienes tendrían que pagar los platos rotos.
E inevitablemente se preguntarían si, efectivamente, es esto en lo que consiste el Euro: los griegos (y otros caraduras) se gastan el dinero viviendo divinamente, y luego los alemanes terminan pagando el pato. Esta Gacetilla no tiene la menor duda que, de ser este el caso, el terreno estaría abonado para el ascenso meteórico de cualquier político que en Alemania propusiese abandonar el Euro, y para la efectiva implosión de la moneda única en cuanto sobreviniese la próxima crisis.
Merkel salva al Euro
Pues no señor. Angela Merkel tiene razón y, además, nos está haciendo un favor a toda la Eurozona. No se opone a prestar dinero al Estado griego, pero sí a que el préstamo sea tan grande que evite que los prestamistas sufran graves pérdidas. No solo es justo lo que propone, sino que todavía más, es la única forma de construir un futuro económico común sólido.
¿Y qué va a pasar ahora?
En realidad, es bastante sencillo. El Presidente del Consejo Europeo (el Presidente de la UE, para entendernos) está intentando convocar una reunión para dirimir si se salva a Grecia como propone Trichet o como propone Merkel. Merkel se niega a acudir a reunión alguna, hasta tanto no obtenga confirmación de que los demás socios, y sobre todo el BCE de Trichet, se avienen a pasar factura a los bancos.
Y entre tanto, el reloj sigue corriendo, el Estado griego no consigue que le preste nadie, va agotando su tesorería y, en cuanto llegue Septiembre, vencerán ciertos pagos que, si para entonces no está resuelto el problema, entonces no podrá atender.
De ahí que las caras circunpectas, el gesto adusto y el ambiente de sala de espera de dentista se extiendan, a medida que todo el mundo va entendiendo que Merkel está en lo cierto y, además, que se encuentra en posición de imponer su criterio, salvo que Grecia invada el Ministerio de Hacienda de Alemania, y se lleve la pasta por la fuerza, lo cual que no parece previsible a día de hoy.
No os engañéis, muchachos. Igual que sucedía al paciente de nuestro dentista, la Eurozona puede elegir con dolor o sin dolor, pero esta muela cariada se la van a sacar, y va a ser pronto, de modo que ¡agarráos a la silla!