Bueno, parece que se confirma que, tras la cumbre de la Eurozona (con Gran Bretaña como artista invitada) del 12 de Octubre pasado terminó efectivamente la crisis financiera internacional.
Por lo tanto, la Gacetilla revisa hoy su escenario económico central. Este artículo explica las razones y sus consecuencias.
¿Quiere esto decir que ya no van a seguir desparramándose malas noticias de los bancos por las portadas de los diarios financieros? ¿Se aproxima por lo tanto la recuperación económica?
Pues las respuestas son no y no, respectivamente.
¿Entonces? Lo único que ha desaparecido es el escenario de catástrofe. La posibilidad de una implosión en cadena de las entidades financieras occidentales se ha alejado.
Esto es muy importante, aunque nunca se ha explicitado mucho, por la muy loable razón que la mera mención de la posibilidad de que los ahorradores pudiesen llegar a perder sus depósitos, habría podido ser suficiente para causar un pánico de consecuencias funestas.
Veamos entonces, una vez que ha pasado el peligro, de qué nos hemos librado exactamente.
Primero repasemos la teoría. Al contrario de lo que sucede con los mercados de bienes y servicios, el sistema financiero no es intrínsecamente estable. Nos explicaremos.
En un sistema capitalista, los mercados de bienes y servicios son estables. Esto significa que, cuando se produce un “shock externo” (por ejemplo, que se encarezca repentinamente el petróleo), los mercados se ajustan por si mismos a las nuevas circunstancias, y son capaces de salir adelante sin necesidad de intervención gubernamental.
En el caso del ejemplo, el encarecimiento del petróleo haría caer las ventas de coches, especialmente los de mayor consumo; los fabricantes recortarían la producción, especialmente la de los más sedientos, y despedirían a algunos empleados; los despedidos se recolocarían en otros trabajos y listo. Aunque el proceso sería sin duda doloroso para los que quedasen sin trabajo (y también para algún fabricante que no resistiese el envite y terminase por quebrar), el sistema funciona de tal forma que resistiría. Puede compararse a un automóvil, que tiene 4 ruedas: aunque algún día haya aceite en el asfalto, puede que de un trompo, pero se mantendría en pie.
Por el contrario, los bancos capitalistas son inestables por naturaleza. Recogen dinero por un lado (típicamente de familias particulares) y lo prestan (típicamente a empresas, aunque en parte también a familias). Hasta aquí todo parece claro.
Sin embargo, no lo está tanto, porque esta simplificación esconde 2 graves problemas.
Para empezar, los bancos suelen comprometerse con las familias a devolverles su dinero en cualquier momento que éstas deseen (lo que técnicamente se llama “a la vista”).
Y ahí está el primer problema, porque las empresas que reciben ese dinero por otro lado, no se comprometen a devolverlo a los bancos en cuanto estos lo reclamen, sino que suelen exigir poder contar con el dinero durante algún tiempo. De modo que, en realidad, los bancos no pueden cumplir la promesa de devolución que hacen a sus clientes.
¿Y qué hacen entonces? Pues sucede que, en realidad, generalmente son pocas las familias que efectivamente piden la devolución del dinero que tienen depositado. Los bancos, que lo saben, se limitan por lo tanto a mantener algo de dinero líquido en sus cajas, y apuestan a que eso será suficiente para atender las demandas efectivas de fondos que les presenten las familias.
Naturalmente, lo malo de este sistema es que podría suceder que, por algún motivo imprevisto, fueran repentinamente muchas las familias que decidieran retirar su dinero del banco simultáneamente. En tal caso, el banco no podría pagar a todas ellas inmediatamente y sufriría lo que se conoce técnicamente como una crisis de liquidez.
Pero además hay un segundo problema. Sucede que estadísticamente, algunas de las empresas a quienes los bancos prestan dinero terminan por quebrar (por el motivo que sea) y no consiguen devolver sus préstamos.
Sin embargo, el banco sí debe devolver el dinero que pidió prestado a las familias, de modo que tiene que pagarlo de su propio bolsillo, es decir, de lo que técnicamente se llama sus recursos propios.
Normalmente, las pérdidas que los bancos tienen por este motivo son menores que los beneficios que les proporciona el resto de su negocio, de modo que, aunque de vez en cuando tengan que cubrir las pérdidas ocasionadas por alguna empresa quebrada, su nivel de recursos propios no suele llegar a bajar.
De nuevo, esto sólo sucede si el número de empresas que quiebran es el habitual, de modo que aquí hay otro riesgo: que se produzca una crisis económica y repentinamente quiebren muchas más empresas de lo habitual.
En tal caso, el banco podría llegar a agotar todos sus recursos propios, quebraría él mismo y, por lo tanto, no sería capaz de devolver todo el dinero que hubiese recibido de las familias depositantes. Esa situación se llama técnicamente crisis de solvencia.
Hasta aquí nada nuevo. Bueno, pues ¿por qué decimos que el sistema financiero capitalista es inestable?
Pues porque las familias solamente mantienen sus depósitos en los bancos porque creen que es muy improbable que sufran una crisis de liquidez o de solvencia. Por lo tanto, si en algún momento las familias empezasen a pensar que sí fuese probable que se llegase a producir una crisis, entonces retirarían sus fondos de los bancos. Nadie quiere que quiebre su banco y se quede con los ahorros que están depositados en su cuenta corriente.
Lo malo es que, desgraciadamente, si fueran muchas las familias que se propusieran retirar los fondos simultáneamente, entonces los bancos sí que sufrirían una crisis de liquidez cierta, y no podrían pagar.
Y lo peor de esta situación es que, incluso si la crisis de pagos fuera de liquidez, y por lo tanto en principio temporal, la propia crisis sería suficiente para destruir definitivamente el negocio de los bancos afectados. Eso sucede porque pasa mucho tiempo antes que las familias quieran volver a prestar dinero a un banco que ha sufrido una crisis, y esa ausencia de fondos impide al banco dedicarse a su negocio de préstamo, y termina por provocar su quiebra.
De forma que hemos visto como, en caso de crisis, el sistema bancario no se adapta a los “shocks externos” igual que los mercados de bienes sino que, por el contrario, en caso de shock puede irse directamente por el desagüe. Dicho de otro modo, el sistema es intrínsecamente inestable.
Por seguir con el ejemplo que hacíamos antes, el sistema bancario es como una motocicleta, que tiene 2 ruedas: si encuentra aceite en el suelo, no le basta con dar un trompo como un coche, sino que por su propio diseño termina en el suelo.
Por mencionarlo, os añadiremos que a lo largo de la historia se han intentado varios remedios para corregir esta inestabilidad intrínseca del sistema financiero capitalista, pero (sin entrar en detalles, que esto da para escribir un libro) no se ha encontrado la fórmula fetén todavía.
Bueno, pues volviendo a la crisis financiera internacional, lo que se ha evitó el 12 de Octubre es que se produzca una crisis bancaria generalizada, que habría sido terrible. Todas las motos habrían acabado por los suelos.
¿Os la imagináis? Bancos por todo el mundo, anunciando uno tras otro que no serían capaces de hacer frente a sus pagos, colas de familias desesperadas a la puerta de los bancos reclamando sus ahorros, pensionistas arruinados manifestándose (o quemándose a lo bonzo), el sistema de pagos bloqueado porque nadie se atreve a realizar un pago a través de un banco por si los correspondientes fondos se quedasen atrapados... en fin, la pera.
¿Y como se ha conseguido evitar esa debacle?
Pues lo cierto es que, aunque el sistema bancario sea por naturaleza igual de combustible que una biblioteca, los gobiernos disponen de dos medidas antiincendios.
Una de ellas es más fina, pero menos potente, como un extintor de incendios. La otra es infalible, pero provocaría un desastre en la biblioteca, como un sistema de aspersión de esos que se instalan en el techo.
Por lo tanto, aunque tanto el extintor como la aspersión pueden dañar los libros de la biblioteca al usarse, la última es bastante peor, y debe activarse sólo si todo cuando todo lo demás haya fallado.
Vamos primero el extintor. En caso de crisis, los gobiernos pueden pedir dinero prestado para entregarlo (o mejor cederlo a su vez prestado) a los bancos afectados, con el fin de evitar que éstos últimos se vean obligados a dejar de devolver dinero a las familias depositantes.
Naturalmente, la cosa tiene dos inconvenientes. El primero de ellos, es que al prestar dinero a los bancos que lo necesitaran, que presumiblemente serían los peores del sistema bancario, los gobiernos en la práctica estarían favoreciendo a los bancos peor gestionados. Los restantes bancos (los mejor gestionados) seguirían teniendo que levantar sus propios fondos sin ayuda de nadie, lo que les colocaría en desventaja relativa.
Esto es claramente injusto y contrario a la libre competencia capitalista, que prevé que una empresa mal gestionada debe quebrar para que prevalezcan las mejores y para dejar espacio para que surjan otras nuevas, mejorando así la economía en general.
El segundo inconveniente es que esta herramienta (como sucede con el extintor) tiene sus limitaciones. En caso de crisis total, la montaña de deuda de los bancos con las familias es tan grande, que incluso los propios gobiernos no encontrarían quien les prestara dinero suficiente para tapar el agujero (y todavía menos si tuvieran que pedirlo repentinamente).
Por poner un ejemplo, en España la deuda de los bancos con las familias (principalmente) es unas 6 veces mayor que la deuda pública.
Por lo tanto, si el incendio fuera gordo de verdad, sólo quedaría el remedio de activar los aspersores. La activación de los aspersores consiste en que sea el Banco Emisor quien salve a los bancos, por la vía de emitir moneda suficiente como para cubrir todas las deudas, y prestarla a los bancos.
Naturalmente, el Banco Emisor (que en la Eurozona es el Banco Central Europeo, y en EE.UU. la Reserva Federal) puede emitir toda la moneda que quiera. Por decirlo gráficamente, el Banco Emisor tiene una imprenta de billetes en su sótano.
Sin embargo, las consecuencias secundarias de una emisión de moneda de ese volumen serían nefastas. Una emisión de ese porte no sólo tendría el mismo inconveniente de premiar al banco peor gestionado que en el caso anterior, sino que incluso podría provocar una devaluación enorme de la moneda y una espiral inflacionista de tal vez años de duración, y tremendo efecto adverso en cascada sobre la economía real.
De vuelta a la reunión de 12 de Octubre, lo que decidieron los Gobiernos de la Eurozona fue utilizar el extintor (eso sí, uno del tamaño de una hormigonera). Fue una sabia decisión.
El efecto no ha sido inmediato, y la crisis financiera todavía no ha terminado, porque no hay precedentes de un porte similar. ¿Ampliación de capital, préstamo o aval? Nadie sabía como meter un extintor tan grande en la biblioteca.
Por lo tanto ha habido que ir tomando decisiones secundarias posteriores: en algunos casos, ampliación, otros préstamo y otros aval. Hubo que derribar el portón de la entrada a la biblioteca para meter el pedazo de extintor.
Afortunadamente, a medida que va habiendo mayor visibilidad sobre los aspectos prácticos de la decisión (ya va estando el extintor en posición), y va quedando claro que el asunto se va a controlar, los mercados se van relajando.
Lo cual nos devuelve a las preguntas que nos hacíamos al principio de este artículo.
Aunque el extintor vaya estando en posición, el incendio no ha terminado y todavía arderá algún volumen más. Seguiremos teniendo malas noticias de algunos bancos.
Además, incluso cuando haya terminado, habrá que limpiar el estropicio y secar los libros que hayamos salvado. Los bancos que hayan recibido ayudas tendrán que devolverlas, los que hayan pasado a propiedad pública tendrán que ser privatizados en cuanto sea posible, y también sería bueno que aquellos que no hayan necesitado ninguna ayuda sean compensados por su superior gestión.
Simultáneamente, habrá que tomar medidas para evitar que se produzca otro incendio. Lo probable es que se refuerce el servicio de conserjería y se coloquen cámaras de vigilancia para evitar que nadie vuelva a fumar clandestinamente en nuestra biblioteca.
Siendo más serios, es más que probable que se refuercen los órganos de regulación bancaria y que las normas de vigilancia y control sobre el sistema financiero se hagan considerablemente más exigentes.
Y si la crisis financiera todavía va a dar trabajo, mucho menos va a producirse inmediatamente la recuperación económica.
Aunque la crisis económica será general, hay varios mercados (en particular EE.UU., Gran Bretaña, Islandia, Irlanda, España, Portugal, Grecia y el Este europeo salvo Rusia) que estarán más castigados y que tendrán que purgar sus anteriores excesos.
El caso de EE.UU., su suerte depende mucho del resultado de la cumbre del G20 en Washington, el próximo 15 de Noviembre. Como sabéis, esta Gacetilla apuesta por una fuerte ampliación de fondos del FMI con gran apoyo (léase dinero) chino, a cambio de un dramático aumento de la capacidad de influencia de China en dicha institución.
Simultáneamente, EE.UU. afrontará un plan de austeridad de gran envergadura, coincidiendo con la incorporación de su nuevo Presidente. Este programa tendrá un efecto muy negativo sobre amplias capas de la sociedad americana (partiendo de las más humildes, pero llegando incluso a gran parte de la clase media), de forma que en la Gacetilla apostamos que vendrá acompañado de medidas sociales igualmente espectaculares (en particular la universalización del aseguramiento sanitario). Podría incluso reforzarse la provisión pública de servicios sanitarios, que hasta ahora presente sólo de forma dispersa.
En política, el efecto será el de una relajación del papel de EE.UU. en la escena mundial, particularmente a nivel militar. No está claro que con la que va a caer sea popular internamente mantener un esfuerzo bélico como el actual.
A su vez, esto, así como la creciente probabilidad de un Irán nuclear, conducirá por fin a lo que nosotros consideramos el primer esfuerzo serio por alcanzar la paz en Oriente Medio. 18 años más tarde, Jerusalén estará de nuevo sobre la mesa, de forma que ya sólo restará el obstáculo referente a la naturaleza racial-religiosa del Estado de Israel (que no es moco de pavo, pero bueno).
El papel de China se proyectará hasta una dimensión mundial que nunca había tenido hasta la fecha. En pocas palabras, la cumbre del G20 será la primera vez en la cual sea China quien (básicamente) tome una decisión de esta importancia estratégica mundial, en paridad con la Eurozona, con clara prelación sobre EE.UU. y Japón (y a mucha distancia de los demás comparsas asistentes).
Los países del Este europeo e Islandia tendrán una crisis comparable a la que padeció España en 1991-93. Sufrirán devaluaciones (dramáticas en algunos casos) y tendrán que implantar penosos planes de austeridad, pero podrán contar con apoyo europeo.
Con un poco de suerte, cuando hayan pasado el trago (en 2 ó 3 años), la mayor parte de ellos estarán en condiciones económicas y políticas de entrar en el Euro, momento que esperarán como agua de Mayo.
Esto último, junto con la probable incorporación de Dinamarca, provocará cierta presión sobre Gran Bretaña y Suecia, los principales socios de la UE que se niegan a adoptar el Euro. Es posible que finalmente terminen por incorporarse (particularmente Suecia), pero hay que recordar que los británicos todavía conducen por la derecha y miden en libras y pulgadas.
Quienes van a pasar una tribulación no pequeña van a ser Irlanda, España, Portugal y Grecia, es decir, los miembros menos ahorradores (o más despilfarradores) de la Eurozona. Contrariamente a todos los demás afectados, estos no podrán beneficiarse del efecto de una devaluación, de forma que tendrán que purgar todos sus pecados por la dolorosa vía del desempleo.
El caso de España es, con mucho, el más importante de todos (la economía española es mayor que la de los otros 3 juntas).
El desempleo en España ya es alto (11,9%), pero todavía crecerá mucho más. La estimación de esta Gacetilla es el 15% para el cierre de 2009 (equivalente a más de 3 millones de parados), pero seguirá aumentando hasta pasar los 4 millones de parados en 2010.
Por otra parte, las decisiones tomadas el 12 de Octubre nos han hecho revisar nuestro escenario central (fechado en Mayo de 2007), que preveía quiebras bancarias en el período Septiembre de 2008 a Diciembre de 2009. Tras la recapitalización, creemos que ya no habrá tales quiebras en ese período.
Esta es una buena noticia. Aunque de esta forma la crisis será más larga, también será menos lacerante para la estructura productiva del país, de forma que el efecto neto es claramente positivo.
Con visibilidad ya desde la semana pasada del dato de crecimiento del tercer trimestre de 2008 (-0,2% según estimación publicada por el Banco de España), podemos ya confirmar que el crecimiento en 2009 será negativo. Afinamos así, por lo tanto, nuestra anterior predicción (de Septiembre de 2007, hace más de un año) que era “inferior al 1% o negativa”.
También hemos tenido ya ayer el dato de déficit corriente de Agosto (-7% respecto al año anterior), de forma que ya podemos prever algo mejor la evolución del déficit exterior durante los próximos años. Creemos que caerá rápidamente durante 2009 (unos 80.000 MEUR) y 2010 (unos 50.000 MEUR), pero que el recorte no evitará que se llegue a 2011 con un problema de liquidez todavía asfixiante.
Además, las caídas del déficit se producirán en un escenario de crecimientos negativos. Por lo tanto, pronosticamos caídas del PIB también en 2010 y 2011. A ese año se llegará ya con mucha fatiga acumulada tras 3 años de fuerte crisis.
Al final de 2010, con más de 4 millones de parados, un déficit público galopante, varios años de crecimiento negativo a sus espaldas y gobernando en minoría, el Gobierno Zapatero no será capaz de conseguir aprobar los Presupuestos Generales del Estado para 2011.
Intentará tirar adelante con Presupuestos prorrogados, pero el esfuerzo será inútil.
Para entonces, el dinero de la recapitalización de 12 de Octubre de 2008 ya se habrá gastado completamente. El déficit público de España ya llevará 2 años por encima del límite del 3% que rige en la Eurozona. Los demás países de la Eurozona, que ya se habrán recuperado, no estarán dispuestos a permitir que España haga una nueva recapitalización en solitario.
Al no poder contar ya con el paraguas protector del Estado, los bancos amarrarán (todavía más) la concesión de crédito, lo cual impedirá que la economía levante cabeza todavía.
Con los presupuestos prorrogados, la crisis sin dar síntomas de remitir, la credibilidad del Gobierno por los suelos, tras haber perdido cuotas de poder local y autonómico por el camino (estos años no le van a resultar tan fáciles como cuando heredó a Aznar), y con todas las encuestas vaticinando el inminente relevo del PSOE en el poder, Zapatero se encontrará ante enormes presiones dentro de su propio partido.
Esta Gacetilla, por lo tanto, mantiene su pronóstico anterior (fechado en 2007) de elecciones anticipadas en 2011.
Nuestro principal temor reside en que el Gobierno comparte crecientemente nuestros pronósticos (y más que los va a compartir, claro) y, por lo tanto, buscará vías de salida para lo que puede ser una debacle en toda regla.
Además, no está del todo claro que todo el Gobierno esté completamente libre de temor a que una posible reapertura de la investigación sobre el 11-M no termine por complicar el “horizonte penal” de algunos de los personajes más ambiguos relacionados con aquellos hechos.
Lamentablemente, la opción más evidente que tiene el Gobierno para evitar el desastre total (y sus potencialmente temibles consecuencias) es la de firmar un “acuerdo de paz” con ETA “como sea”.
Mantener viva la posibilidad de retomar la negociación con ETA es la razón por la cual el Gobierno no ha pedido la revocación del mandato de negociación dado por las Cortes.
O sea que tenemos crisis hasta 2011. ¿Y creíais que eso es malo? Pues lo sentimos, pero nos tememos que todavía puede ser peor.
Seguiremos informando.
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