Mañana se celebran elecciones generales, que en esta ocasión enfrentan a 2 bloques de partidos, en lugar de 2 grandes partidos dominantes como en ocasiones anteriores.
Un escenario político nuevo
Parece razonable esperar que el fin del bipartidismo ponga sobre la mesa la necesidad de pactos, y que los partidos hayan explorado sus opciones en ese sentido. Igualmente, parece lógico que los electores deseen enterarse no sólo de qué defienden los partidos que les piden el voto, sino también qué harían en el probable caso práctico que no contasen con mayoría absoluta en el Congreso para llevar a cabo sus planes en solitario.
¿Cerdo? ¿Qué cerdo?
Un viejo chiste contaba cómo 2 guardias civiles atrapaban a un ladrón que saltaba la tapia de una porqueriza con un cochinillo al hombro. Preguntado el ladrón sobre el escalo, su excusa es que estaba saltando la tapia para atajar camino. Los guardias le preguntan entonces por qué motivo lleva pues un cerdo al hombro. Ante la pregunta, contesta el ladrón: "¿Cerdo? ¿Qué cerdo? ¡Ah! ¡Quita, bicho!".
Ya veis que el ingenio popular lleva décadas encontrando humor en la capacidad de algunos para sostener las mentiras más increíbles incluso ante la evidencia más palmaria. Claro, la cosa tiene menos gracia cuando se percibe que quien miente es un político intentando engañar a los electores.
Haciendo las preguntas
Porque los electores no sólo quieren saber qué harían los políticos en una situación ideal, donde todos gobernarían aumentando el bienestar, la igualdad, la justicia, la libertad y todas las cosas bonitas. De hecho, los electores desean saber qué harán los políticos en la práctica, cuando se enfrenten dentro del mundo real al trabajo por el que efectivamente van a cobrar un sueldo.
En ese sentido, parece evidente que lo primero que hay que averiguar es con quien espera cada uno de ellos pactar una posible acción de gobierno. Sin embargo, aquí nos encontramos con problemas evidentes, porque hay ciertos pactos que son difíciles de explicar para cualquier político. Y sin embargo, también existen.
El presidente socialista Pedro Sánchez, en particular, alcanzó el poder gracias a los separatistas catalanes y vascos. Con ese precedente, parece razonable preguntarse si espera seguir en el mismo lugar con idénticos apoyos.
Negarlo todo
Tan razonable, como que efectivamente Sánchez se ha visto enfrentado repetidamente a esa pregunta.
Los separatistas que apoyan a Sánchez incluyen a personajes como Arnaldo Otegi, que evita cuidadosamente condenar los asesinatos de españoles perpetrados por ETA. Otro de ellos es Quim Torra, quien famosamente describe a los españoles como "bestias con forma humana". Pero además es que todos ellos defienden públicamente como su propio objetivo la maximización del bienestar de sus territorios, dentro de un juego de suma cero donde eso pasa por reducir el del resto de los españoles.
No extraña por lo tanto que Sánchez no se avenga a admitir la existencia de pacto alguno con los separatistas, al menos mientras esté reclamando el voto de esos mismos españoles que son atacados. De hecho, Sánchez ha negado tener pacto alguno con los separatistas.
¿Miente Sánchez?
Si efectivamente tiene pactos ¿cuales son esos pactos?
Y todavía más importante: ¿qué sucederá cuando los ponga en marcha?
Seamos realistas
A la vista de lo importante que será pactar, se requiere cierta ingenuidad para creer que Sánchez haya llegado hasta hoy sin haber explorado esa opción, sin haber tenido contactos con los separatistas (de esos que el diario socialista "El País" suele llamar "discretos"), y sin tener una idea bastante buena de qué tendrá que hacer cuando llegue el caso.
Durante su breve mandato previo a las elecciones, Sánchez ha acercado a numerosos etarras hacia el País Vasco, complaciendo así a Otegi. Igualmente, ha dado órdenes a la abogacía del Estado para que redujera la gravedad de las acusaciones contra los separatistas acusados de la intentona del 1-O, para satisfacción de Quim Torra. Digamos que el precedente apunta más bien hacia la negociación con los separatistas que en sentido contrario.
Como pistas sobre el futuro, Sánchez ha contribuido al blanqueo social de la imagen criminal de Otegi, propiciando que se hiciese una foto cenando alegremente con la responsable del partido socialista en el País Vasco. Además, Sánchez se ha negado públicamente a descartar un eventual indulto a los compañeros de Quim Torra que puedan ser eventualmente condenados por la justicia. De nuevo, la sensación apunta más hacia futuros acuerdos que a enfrentamiento.
A partir de aquí, no vamos a insultar la inteligencia de nuestros lectores con una explicación todavía más larga sobre los motivos para pensar que Sánchez no esté diciendo toda la verdad sobre sus planes con los separatisas.
Quien manda aquí
Pero que haya acuerdos es una cosa positiva ¿no?
Bueno, la entrada de los Ostrogodos en Roma el año 546 fue precedida del acuerdo de los bárbaros con la guarnición isáurica, que les abrió las puertas de la ciudad. El resultado de ese famoso "acuerdo" fue el saqueo de la ciudad, la violación de sus mujeres y la demolición de sus murallas. Si eras romano, ese acuerdo igual no te pareció tan positivo.
Como véis, los acuerdos no son necesariamente buenos, sobre todo para quienes no se enteran de su existencia. Lo importante pues no es tanto que los romanos puedan decidir a quien encomiendan las puertas de su ciudad, sino que sepan que los supuestos guardianes tienen un acuerdo, y que entiendan muy bien en qué consiste dicho acuerdo.
Anatomía de los pactos
El pacto con Otegi y sus amigos es sencillo. Los etarras encarcelados serán trasladados hasta cárceles del País Vasco, la competencia sobre gestión de prisiones será trasladada al gobierno vasco manejado por el PNV, y éste último pondrá en libertad a los etarras de forma más que acelerada.
Con todo lo que pueda decirse del pacto con Otegi, los pactos con Quim Torra y los suyos son todavía mucho peores para los españoles. Consisten en el otorgamiento a los separatistas catalanes de 2 privilegios exclusivos.
Privilegios fiscales
El primero de ellos es la concesión al gobierno separatista de Cataluña de privilegios fiscales idénticos a los otorgados al País Vasco en 1979.
Os recordamos que la situación aquel año era muy distinta, porque ETA mataba a unas 100 personas, y se corría riesgo que guerra civil (en 1981 se produjo de hecho un intento de golpe de Estado). En esa situación, el otorgamiento de privilegios fiscales que más adelante pudieran ser reconducidos pareció una salida razonable, dadas las circunstancias.
Hoy, sin embargo, España es un país fuerte dentro de la OTAN y la UE. No hay terrorismo. Conceder privilegios a una comunidad autónoma rica es simplemente un premio otorgado a cambio de 4 años en La Moncloa.
La concesión de privilegios fiscales al gobierno de Quim Torra exige rodear las limitaciones impuestas por la Constitución de 1978, que limitan esa posibilidad al País Vasco y Navarra, justo para evitar la proliferación de privilegios excluyentes en el futuro.
La forma de rodear la limitación constitucional consiste en el establecimiento de una "agencia tributaria" exclusiva para Cataluña. Tendría sede en Barcelona, y el dominio del idioma catalán a nivel nativo sería imprescindible para ser funcionario. Eso prácticamente garantizaría que la mayor parte de los funcionarios fuesen separatistas, porque estadísticamente el dominio del catalán a nivel nativo es mayor entre ese colectivo.
En teoría, el Estado controlaría el 50% del poder en esa agencia, pero dicho control sería puramente teórico, porque en caso de divergencia habría un empate, y entonces se impondría fácilmente el criterio partidario de los funcionarios mayoritariamente separatistas. Al cabo de un tiempo, el Estado terminaría renunciando a su 50%, y entonces la agencia quedaría totalmente sujeta al control del gobierno separatista de Quim Torra y compañía.
A partir de ese momento, Quim Torra tendría expedita una vía de hecho idéntica a la del País Vasco, que año tras año consigue nuevos privilegios fiscales, tanto que ahora recibe subvenciones desde el resto de España, a pesar de ser una comunidad autónoma más rica que el promedio.
En otras palabras, en la práctica los vascos ricos no sólo no pagan, sin que se quedan parte de la subvención pagada por los madrileños ricos y que iba destinada a los extremeños pobres.
Aunque esto ya viene sucediendo con el País Vasco, ahora también aplicaría a Cataluña, que es 3 veces más grande. El problema para madrileños y extremeños se multiplicará pues por 4 (1 por el País Vasco + 3 por Cataluña).
Privilegios judiciales
El segundo privilegio exclusivo para los separatistas catalanes consiste en la cesión para ellos del control sobre la justicia en Cataluña, mediante la creación del Consejo Judicial de Cataluña.
Hasta ahora, las carreras profesionales de los jueces vienen siendo controladas por el Consejo General del Poder Judicial para toda España. Este organismo ya venía siendo criticado por estar interferido por los partidos políticos.
La iniciativa de trocearlo a nivel autonómico obviamente incrementa la politización, pero tiene la ventaja que ya no habría juez en Cataluña que se atreviera a enfrentarse a los políticos separatistas gobernantes que dominarán el nuevo CJC. Pasados y futuros casos Pujol quedarán pues eficientemente neutralizados.
Consecuencias de los privilegios
En el País Vasco se ha ido haciendo evidente que la única misión
práctica de PNV y Bildu en el Congreso es conseguir la perpetuación (o incluso
el aumento) de los privilegios obtenidos. Esa percepción se ha
convertido crecientemente en un incentivo al voto para estos partidos, que lleva a la paulatina
expulsión de los partidos de ámbito nacional.
Nada hace pensar que en Cataluña será distinto. Sin embargo, los separatistas catalanes manejarán nada menos que 47 diputados, es decir muchos más que el PNV o Bildu. Su peso será indispensable a la hora de elegir a cada futuro presidente de gobierno.
La única forma de revertir los privilegios será mediante la formación de partidos que aspiren declaradamente a acabar con ellos y que, por lo tanto, renuncien a contar con gran apoyo en País Vasco o Cataluña. España quedará pues no sólo dividida entre territorios privilegiados y territorios excluidos, sino también dividida entre partidos con ámbitos geógráficos incompatibles.
¿De verdad?
Durante toda la campaña, Pedro Sánchez parece haber rehuido el debate sobre los privilegios catalanes. La creación de una polémica sobre la tumba de Franco tuvo un inevitable olor a maniobra de distracción.
Cuando Sánchez se ha visto ocasionalmente obligado ha tratar el asunto, como en los debates electorales televisados, se ha limitado a negar pacto alguno (nuestros comentarios anteriores sobre la ingenuidad y la inteligencia de nuestros lectores aplican aquí de nuevo) o, en todo caso, a refugiarse en que no habrá un referéndum de independencia.
La razón es que los privilegios exclusivos previstos no requieren de referéndum de independencia alguno. Pero el socialista Miquel Iceta sí ha defendido públicamente la creación de la agencia tributaria catalana, con el apoyo de Sánchez. Y la creación del Consejo Judicial Catalán ha sido incluida solapadeamente por Sánchez en el programa electoral socialista, oculta dentro de la llamada Declaración de Barcelona.
Consecuencias electorales
En las elecciones de mañana no se disputa una subida o bajada de impuestos. No se decide si habrá o no aborto. No importa dónde esté enterrado Franco. En esta ocasión, se trata de decidir qué bloque gobernará: Pedró Sánchez con los separatistas como hasta ahora, o la oposición.
Uno de los 2 bloques dividirá España entre territorios privilegiados, y territorios excluidos de los privilegios. El otro bloque plantea un futuro con igualdad de derechos y de oportunidades para todos.
Puede que un ladrón al pie de una tapia niegue saber que lleva un cerdo al hombro. Pero esta vez no se trata de ningún chiste. Esta vez sabemos qué estamos decidiendo.
sábado, 27 de abril de 2019
miércoles, 28 de marzo de 2018
Inteligencia artificial - Robots que realmente debemos temer
Estimados
chavales, masas abotargadas e individuos intelectualmente insatisfechos en
general, cese vuestro desasosiego, que aquí llega la inefable Gacetilla con
alimento para vuestros hambrientos cerebritos.
Hoy vamos a hablar de la revolución de los robots malignos contra sus
creadores humanos. Y, de forma bastante
inquietante, nos proponemos hacerlo completamente en serio.
¡Terror,
horror y pavor acechan a quien ose seguir leyendo!
“Skynet adquirió conciencia de si mismo a las
8 horas y 11 minutos del 19 de Abril de 2011…”
Y
cualquier aficionado al género de ciencia ficción puede confirmar que, poco después de ese evento,
Skynet, el malvado ordenador de la famosa saga cinematográfica “Terminator”,
lanzó su iniciativa estrella: exterminar
a la humanidad entera.
La
consecuencia más evidente de la conspicua falta de empatía cibernética de
Skynet fue el masivo apelotonamiento de masas de humanos aterrados, fuertemente
armados de palomitas y refrescos, ante las pantallas de todo el mundo. Unos cuantos tiros, gritos, persecuciones e
ingeniosos diálogos más tarde, John Connor salva a la humanidad y Skynet
pierde. Sayonara, baby, y qué bien que
nos lo pasamos huyendo de los robots asesinos.
Mucho
nos tememos, sin embargo, que podemos estar cerca de pasarlo considerablemente
menos bien. Aunque la fecha del
despertar robótico tan precisamente indicada por los guionistas de Terminator
en 1984 haya resultado reconfortantemente errónea, puede que su único error fuera
uno de mero calendario. El adviento de
un Skynet más que real puede estar más cerca de lo que pensamos. Veamos por qué.
Un evento singular
Llamamos
singularidad a un punto exacto en una secuencia, a partir del cual ésta se hace
impredecible. Pensad en un ciego,
acostumbrado a caminar por una acera sirviéndose de su bastón. Al cabo de un tiempo de guiarse usando las
paredes y bordillos como referencias habituales, nuestro ciego se sentiría
relativamente seguro. Sin embargo, si un
pocero dejase entonces descuidadamente abierta la tapa de una alcantarilla al
paso de nuestro desafortunado invidente, éste no tendría manera de sospechar
que allí habría quedado abierto un agujero en medio de la acera, y caería
dentro de la alcantarilla irremisiblemente. Así pues,
la aparición de una singularidad daría lugar a que una serie de paseos por la
acera aparentemente familiares, se interrumpiese abruptamente con un desenlace
del todo insospechado.
En
tecnología, suele denominarse la “Singularidad” a la aparición de una máquina
más inteligente que el hombre. En ese
momento, nuestro hasta ahora triunfal paseo como especie dominante sobre la
Creación podría ponerse en cuestión, resultando un cambio de paradigma tan
abrupto como imprevisible.
Hasta
ahora, el adviento de la Singularidad ha estado circunscrito a entretenidas
ficciones como Skynet, pero esta Gacetilla acaba de percibir un fuerte olor a
aguas residuales. ¿Está pues la
humanidad a punto de caer por una alcantarilla evolutiva?
Inteligencia artificial
Mucho
se ha predicado sobre la Inteligencia Artificial (IA). Sin embargo, es posible que en la Redacción
de esta imperecedera publicación no gocemos de gran inteligencia natural,
porque cada vez que hemos pedido una explicación sobre qué es la IA, hemos obtenido lo que no nos ha parecido más que un conjunto deslavazado de
referencias vagas bastante inútiles.
Una
explicación alternativa, por supuesto, es que nos hayamos encontrado siempre ante
charlatanes, incapaces de dar una explicación sencilla por la probable razón de su
desconocimiento de la materia. Si
vosotros habéis tenido alguna vez pues la sensación de estar en una
situación similar, sabed al menos que no sois los únicos.
La
buena noticia es que por fin incluso nosotros hemos conseguido entender qué es
la inteligencia artificial, o sea que no debe ser tan difícil después de
todo. Os lo vamos a contar a
continuación. ¿Listos?
No hacía falta tanta inteligencia
La
inteligencia artificial no es más que una nueva forma de programación, que se
usa para que los ordenadores puedan enfrentarse a problemas que no pueden
manejarse con las formas de programación tradicionales, porque exigirían el
manejo de demasiados datos.
Un
ejemplo es la determinación de cual es el contenido de una foto. En programación tradicional, se pediría al
ordenador que comparase la foto con cada una de las de que tuviera en un banco
de imágenes, hasta que hallase una igual.
Sin embargo, resulta evidente que el universo puede generar incontables
imágenes, de modo que no hay banco de imágenes capaz de abarcarlas a todas. Para superar ese problema, se programa al
ordenador analice la foto en cuestión en varias “capas”.
La primera
capa de análisis, sólo busca determinar qué partes de la foto contienen un
rasgo, tal como una línea, una combinación de colores o una curva. Una vez averiguado esto, el ordenador hace
un resumen de la foto del tipo “esta foto no parece contener caras humanas ni
texto escrito, pero contiene una curva negra, dos líneas rectas, un triángulo
amarillo, una zona azul celeste, y una curva roja por su interior y azul por el
exterior”. Acabado el análisis, la
primera capa del ordenador pasa un resumen de lo que ha encontrado a la segunda
capa, y desecha el resto de la información contenida en la foto
La
única materia prima que la segunda capa utiliza son pues las conclusiones de la
primera que, en realidad, son bastante más prolijas de lo que os hemos explicado. La segunda capa intenta asociar esas conclusiones
a un banco de tipos imágenes que posee.
Digamos pues que el banco de imágenes tiene 2.000.000 de imágenes, cada
una etiquetada con varias palabras, de modo que una foto de niños jugando en la
playa estaría etiquetada como “niños, pelota, playa, verano, calor”. Entonces, la segunda capa determina que los
rasgos descubiertos por la primera capa suelen corresponder estadísticamente a
imágenes etiquetadas con ciertas palabras concretas, y selecciona 42.000
imágenes que más o menos están asociadas esas etiquetas.
Entonces, pasa sus conclusiones a la tercera capa, y desecha
la información sobrante.
Igual
que en el caso anterior, la tercera capa toma pues como materia de análisis
únicamente las conclusiones de la segunda capa, e intenta averiguar a cuál de
las 42.000 imágenes preseleccionadas por la segunda capa es más probable que
corresponda la foto inicial. Así, halla que de entre ellas, la foto parece encajar bien mejor con la imagen un petirrojo
fotografiado contra el cielo. Y aunque
no tiene ninguna foto de petirrojo contra cielo nublado, llega como segunda
conclusión estadística de que la foto inicial también parece contener un cielo nublado. Así, la tercera capa determina cual es
el contenido probable de la foto, y la etiqueta como “petirrojo”, “naturaleza”,
“aves”, “frío” y “otoño”.
Este
tipo de programación por capas se llama “red neuronal”. Naturalmente, la versión real es algo más
compleja: el flujo de información puede
no ser tan lineal como lo hemos descrito aquí, y puede haber más capas, o
incluso módulos espefícos que se ocupen de ciertas cosas (como identificar texto
o caras humanas, por ejemplo). Pero
funciona más o menos como lo hemos descrito.
Como
veis, la principal virtud de una red neuronal es que va desechando información
de forma lógica, hasta conseguir que un problema de infinitas posibilidades quede
reducido a un tamaño manejable para un ordenador (2.000.000 de fotos sí es un
número que un ordenador puede manejar bien).
Vale,
hasta aquí bien, pero ¿en qué momento se
convierte la red neuronal en la perversa Skynet?
Enseñanza general básica
Pues
aquí es donde entra la segunda característica de la programación de redes
neuronales, y es que el trabajo de programación es tan extenso, que los
programadores usan al propio ordenador para hacer gran parte del mismo.
En
particular, los programadores no parametrizan las capas inicialmente, sino que capa
genera sus propios parámetros a partir de un banco de datos genérico, en un
proceso que se llama “aprendizaje”.
En el
caso de nuestro ejemplo, se facilitaría al sistema el banco de 2.000.000 fotos descrito,
cada una de las cuales habría sido etiquetada por humanos previamente (por
ejemplo, una foto con niños en un parque estaría etiquetada como “niños”,
“parque”, “columpios” y “juego”).
La
propia red neuronal haría entonces su propio análisis de cada foto, derivando
los parámetros que cada capa necesita a partir de las conclusiones del
análisis. Por ejemplo, el propio sistema
decidiría que parece estadísticamente importante que en las fotos etiquetadas como
“libro” suele salir alguna letra. Sin
embargo, el sistema llegaría a la conclusión de que en las fotos antiguas el
análisis de la carga relativa de colores parece estadísticamente irrelevante
(lógico, porque están todas en blanco y negro).
De esa
forma, el sistema determinaría qué rasgos son importantes (que haya letras o no
las haya), cuales no lo son (carga de colores en fotos antiguas), cual es la
mejor forma de identificarlos (si hay siluetas contrastadas puede haber
letras), y a qué etiqueta se asocia cada uno de ellos (si hay letras, entonces podría
ser apropiada la etiqueta “libro”). La
novedad, como veis, es que todo este análisis lo haría el propio sistema, sin
intervención del programador.
Una vez
hecho el aprendizaje, el programador podría en teoría intervenir para auditar
las conclusiones a las que ha llegado el sistema, y ver por ejemplo qué
probabilidad se ha asignado a que una foto con letras corresponda efectivamente a un libro. En la práctica, sin embargo, no suele
hacerlo.
Tened
en cuenta que los sistemas siguen aprendiendo continuamente, cada vez que
entran datos nuevos (otras 50.000 fotos etiquetadas, por ejemplo) o a medida
que disponen de tiempo para perfeccionar el análisis estadístico (siempre que
dispongan de capacidad de proceso ociosa).
Además, a veces no es tan sencillo como “si hay letra, entonces libro”. Pensad en un sistema que controle el tráfico rodado
en una ciudad: una auditoría arrojaría
lo siguiente “a las 11:13 se aumenta los intervalos semafóricos de la plaza
porque… así el tráfico va mejor”. No habría forma que el sistema supiese, y menos
que explicase, que a las 10:57 suelen salir camiones de reparto desde una fábrica de
muebles. Para el sistema, los camiones
solo serían un vehículo más desplazándose por la pantalla.
Por ese
motivo, los programadores no sólo se apoyan en el sistema para hacer parte del
trabajo de programación (la parametrización por aprendizaje), sino que también
deben hacerlo para auditar los resultados.
Esto último, como veremos más adelante, es un poco inquietante.
Pero antes
volvamos a lo nuestro. Hemos quedado
pues que la inteligencia artificial es un tipo de programación que se hace por
capas, creando sistemas que se autoparametrizan mediante aprendizaje a base de
analizar grandes bases de datos, y que tienen la ventaja de que permiten
enfrentarse de forma exitosa a problemas informáticos con infinitos resultados
posibles.
Realmente inteligentes…
Lo
siguiente que debéis saber, es que la IA se ha desarrollado espectacularmente
en los últimos 9 años.
En 2009
empezaron a usarse procesadores gráficos (los de las consolas de videojuegos)
para motorizar las redes neuronales, porque se cayó en la cuenta de que su
arquitectura simplificada y veloz era mano de santo para este propósito. Los resultados están siendo espectaculares.
En 2015
se consiguió que una máquina fuese mejor que una persona etiquetando fotos
nuevas (en ciertas condiciones de laboratorio, no todavía en el campo
silvestre), y en 2017 otra máquina consiguió batir al campeón mundial de Go (un
juego oriental con mucha más estrategia abstracta que el ajedrez).
Y ya lo
estamos notando. Las aplicaciones de la
inteligencia artificial son muchas.
Obviamente, la primera de ellas consiste en analizar bancos de imágenes
(por ejemplo, las producidas por satélites espía), para averiguar cuales de
ellas contienen cosas interesantes, tales como nuevos emplazamientos de armas o
movimientos de buques. Otras más
mundanas, pero que puede apreciar cualquiera, tienen que ver con el
reconocimiento de voz o música. Pero hay
muchas más, como el seguimiento de
hospitalizaciones, para detectar epidemias de gripe (o de ébola), o el análisis
de los datos tráfico para optimizar los ciclos de apertura y cierre de los
semáforos que describimos anteriormente.
Bueno,
pues vale, pues todo muy bien. Pero ¿dónde está el problema?
¿…pero realmente malvados?
Ahora
vamos con ello. Un primer dato
inquietante ya os lo apuntamos más arriba, y es que la auditoría de los
sistemas de IA es tan complicada que suele usarse un sistema informático para
hacerla, lo cual crea intranquilidad.
Si se
usa para la auditoría el mismo sistema que se quiere auditar, podría resultar
que un error no se detecte porque falle el propio módulo de auditoría utilizado. Si por el contrario se usa para la auditoría un
sistema externo, éste suele ser más simple que el auditado, y por lo tanto también más fiable detectando errores. Sin embargo, un análisis hecho desde un sistema externo no averiguará por qué se producen los eventuales
errores que detecte. De una forma u otra, depender
de un ordenador para auditar un sistema no acaba de convencernos.
Y eso
suponiendo que realmente se desee auditar los sistemas de inteligencia artificial,
cosa que no siempre sucede. El
pasado mes de Febrero se conoció un incidente relacionado con un sistema de
reconocimiento facial, que era mucho más preciso identificando por sus fotos a
hombres blancos (99% de acierto) que a mujeres de piel oscura (65% de acierto). Al probarse esta circunstancia, el fabricante
accedió inmediatamente a investigar el origen del fallo, pero por motivos
comerciales se negó a compartir públicamente el banco de datos que había usado
para el aprendizaje de su máquina. De
modo que la auditoría del sistema quedó finalmente limitada a la que el
fabricante quisiera llevar a cabo, o tuviera el acierto de elegir, cuya calidad
se desconoce.
Otros
casos son todavía peores. Este mismo mes
de Marzo hemos sabido que una empresa inglesa, Cambridge Analytica (CA), había
analizado ilegalmente mediante IA un enorme banco de datos de Facebook. El fin era
identificar a votantes estadounidenses indecisos, a quienes achicharrar seguidamente con
“noticias” y propaganda personalizada, para conseguir que votaran por el entonces
candidato a Presidente americano Donald Trump.
En Gran
Bretaña, esa misma empresa usó idéntica técnica ilegal para apoyar la campaña a favor
del Brexit. Según uno de los cerebros de
CA, ahora arrepentido y considerablemente parlanchín, la inversión en el
programa de identificación de votantes personalizado ascendió a un tercio del
total gastado de la campaña del Brexit.
Eso da una idea de los resultados que los patrocinadores confían en sacar
de tales actividades (y no son tontos), pero también de lo rematadamente improbable que puede resultar la realización de una auditoría al sistema de IA que usaron
(seguro que no colaboran mucho).
A la
vista de ello ¿creéis vosotros de que
los sistemas de IA con aprendizaje autónomo suelen auditarse siempre detalladamente,
o en ocasiones más bien sólo por encima y un poco a huevo? ¡Misterio, emoción!
Bien,
pues sabemos que la IA ya es real, sabemos cómo funciona, sabemos que está
progresando rapidísimamente en los últimos 3 años, y sabemos el motivo de su avance. Además hemos averiguado que
técnicamente es difícil auditar los sistemas de IA, y sospechamos que en la
práctica muchos de ellos no se auditan profundamente.
¿Pero
significa eso que los sistemas de IA pueden ser malvados? ¿No son más bien sus dueños los malvados?
El espíritu del Paleozoico
Pues
claro que sí, de momento sólo son malvados los dueños. Lo que hemos averiguado es
que los humanos ya construimos máquinas que aprenden, y cuyo funcionamiento muchas
veces nadie comprende en detalle. Pero
siguen siendo máquinas sin conciencia ni voluntad… ¿no?
Este es
el momento de nuestra narración en el que conviene pararse a pensar qué son
exactamente la conciencia y la voluntad.
Pero tranquilos, que no pensamos perdernos una clase de filosofía para
haceros perder el tiempo. Aquí damos
alimento para vuestra curiosidad, y dejamos el negocio de la orientación vital al
nutrido grupo de iluminados (a veces infraeequipados) que pueblan las tertulias televisivas. ¡Esta
es la mítica Gacetilla!
Pasados
los inevitables minutos publicitarios, volvamos a nuestro tema. El problema de cuestionarse la naturaleza de
la conciencia y la voluntad es que inevitablemente suele llevar a la
introspección psicológica, lo cual es el equivalente biológico de querer subir
hasta el tercer piso agarrándose uno mismo de las solapas y tirando hacia
arriba. Así no, animal. Hay que hacerlo desde fuera.
Pues vamos fuera. Un
científico marciano frío y desalmado que nos observase desde el espacio,
explicaría a sus colegas marcianos que la conciencia de uno mismo que tenemos
los terrícolas es el resultado evolutivo de nuestra necesidad de evitar
activamente que suframos daños físicos.
Digamos que el molusco paleozoico inconsciente que no se preocupaba por
el calor al acercarse a un volcán submarino, murió hervido y se extinguió. Su pariente el molusco paleozoico consciente,
por el contrario, reaccionó al inusual cambio térmico preocupándose por su
propia salud, dio un rodeo y sobrevivió.
En pocas palabras, ser consciente no es imprescindible, pero es bueno
para tu especie.
Bien,
pues observad que ya existe un tipo de máquinas diseñadas para preocuparse por
su propia salud, que son los drones militares.
Un dron militar suele ser un avión a control remoto, generalmente más orientado a
privar de salud al enemigo que a preocuparse por la suya propia. Sin embargo, su control remoto no funciona
siempre, porque es posible prescindir de él, porque no siempre es necesario, y porque
ocasionalmente puede incluso no estar disponible. Por ejemplo, un dron americano que despegue
desde la base de Diego García en mitad del Océano Indico para bombardear a unos
traviesos guerrilleros afganos, pasa horas en el aire volando autónomamente en
piloto automático, antes de que un operador tome el
control de la misión al acercarse a su objetivo.
Luego, puede
resultar que el dron pierda el contacto con su operador en plena acción de
combate, por efecto de contramedidas electrónicas del enemigo, por
ejemplo. En tal caso el dron, que es
relativamente barato pero no gratuito (cada Reaper americano cuesta unos 16 MUSD), lleva
incorporado un sistema informático que le permite al menos intentar volver a su
base autónomamente. Como veis, aunque no
puede decirse que el dron sufra mucho por amor, o recite a Dante Alighieri, sí
cabe suponer que nuestro científico marciano diría que tiene una autoconsciencia
parecida a la del molusco paleozoico que rodeaba volcanes.
Sin
embargo, es evidente que la protoconciencia que permite al dron volver a casa
no le va a llevar todavía a volverse loco, ni a aliarse con el Doctor No para matar a
James Bond y dominar el mundo, o al menos no próximamente. Pero justamente ahí está la frontera. En “próximamente”.
Nuevas especies
Los
drones caros son sistemas complejos, que se diseñan dentro de un proyecto con
especificaciones mínimas, y que una vez las cumplen se cambian poco para evitar
engorros. Los drones voladores tipo
Reaper, que están desplegados desde 2007, están basados en diseños muy
anteriores al despegue de la inteligencia artificial. Algunos de sus sistemas, tales como el
análisis fotográfico, pueden actualizarse modularmente con aplicaciones de IA,
pero eso es todo. Conciencia puede que
tengan, pero ciertamente no se trata de aparatos inteligentes.
Sin
embargo, los drones militares actualmente en diseño ya llevan inteligencia artificial
de forma nativa. Son especies
completamente nuevas. Más listos, más
fuertes, más aptos. Sobrevivirán más.
La diferencia entre la inteligencia nativa o sobrevenida puede ser total. Los drones inteligentes pueden no ser ya pájaros solitarios como el Reaper, sino enjambres de aeronaves más pequeñas, que se hablan y cooperan para la misión. Tanto EE.UU. como China han demostrado tener en desarrollo iniciativas en este sentido con obvio uso militar. A una orden, el enjambre de drones se pone a volar en círculo alrededor de la casa donde se guarece el enemigo, a la cual son capaces de disparar simultáneamente desde cualquier ángulo. Y lo hacen teniendo cuidado de no chocar entre si, y de no dispararse mutuamente.
Por
supuesto, una vez entrado en este terreno, los drones pueden hacer cosas mucho
más creativas militarmente, tales como conseguir que alguno de ellos penetre en
la defensa enemiga cargado de explosivo y se “suicide” para abatir al rival,
mientras el fuego de los demás corta la escapatoria del objetivo. O bien pueden vigilar una zona más amplia,
analizando cualquier objeto que deje una huella térmica mayor que un tamaño
prefijado. En fin, la pera.
Esos drones son inteligentes, para aprender con la práctica a qué distancias pueden
volar unos de otros sin chocar en condiciones de lluvia o viento, y tienen
la autoconciencia necesaria para apartarse del fuego enemigo maximizando su
supervivencialidad (este palabro nos va a costar un disgusto con la RAE, ya veréis). Aun así, no son Skynet, ni mucho menos.
Enjambre de drones chinos - no os lo perdáis
Pero no hemos terminado.
Despierta el monstruo de Frankenstein
Los
drones voladores no son el tipo más inteligente, por razones parecidas a las
que dictan que pocos pájaros se encuentren entre los animales más
inteligentes. El medio en el que se mueven los pájaros
exige unas condiciones físicas excepcionales (una relación masa-potencia muy
favorable, una estructura física muy condicionada por el vuelo, y mucha
resistencia al frío), pero no premia tanto la inteligencia. Si vuelas, puedes ser bastante memo y no pasa
nada (ahora el disgusto lo vamos a tener con el sindicato de pilotos SEPLA).
Sin
embargo, los nuevos drones no sólo serán aéreos. Y ahí sí que entramos en el territorio
Champions de la inteligencia artificial.
Los
drones militares terrestres actualmente en desarrollo deben caminar, porque el
terreno no siempre permitirá su desplazamiento sobre ruedas u orugas. Y caminar es una tarea complicada, porque
exige elegir el lugar donde se va a apoyar cada pata en términos de posición
espacial, textura y resistencia. Además,
cada paso requiere la realización de un análisis dinámico del equilibrio, para
entender de qué forma va a afectar el balanceo del cuerpo a los apoyos. Y la tarea se complica todavía más si la
marcha exige que no haya ningún pie apoyado en algún momento, por ejemplo durante la
carrera o en salto. Se trata pues de un
auténtico reto con infinitas posibilidades que un ordenador no puede… ¡Espera!
La marcha sobre tierra firme es una misión hecha a medida para la
inteligencia artificial.
Ya no son torpes, pero todavía no van armados...
Esta sí que es inteligencia de verdad. La inteligencia de un simple perro mecánico que pueda trotar, o desenvolverse por espacios donde no haya estado antes, está a mil años luz de los actuales Reaper. Y, de forma algo más preocupante, mil años luz más cerca de nosotros.
Esta sí que es inteligencia de verdad. La inteligencia de un simple perro mecánico que pueda trotar, o desenvolverse por espacios donde no haya estado antes, está a mil años luz de los actuales Reaper. Y, de forma algo más preocupante, mil años luz más cerca de nosotros.
Perro robótico se enfrenta a puerta, y llama a amigo. Qué miedo.
Resulta fácil prever como ese perro mecánico nativamente inteligente puede evolucionar rápidamente. Es evidente que la misma inteligencia artificial que le sirve para localizar ópticamente dónde realizar los apoyos de cada pata durante la marcha, puede utilizarse para identificar figuras humanas o de animales. En caso de un desarrollo militar, no cuesta nada pensar que el perro podría portar un sistema de arma de fuego dirigido también ópticamente.
Resulta fácil prever como ese perro mecánico nativamente inteligente puede evolucionar rápidamente. Es evidente que la misma inteligencia artificial que le sirve para localizar ópticamente dónde realizar los apoyos de cada pata durante la marcha, puede utilizarse para identificar figuras humanas o de animales. En caso de un desarrollo militar, no cuesta nada pensar que el perro podría portar un sistema de arma de fuego dirigido también ópticamente.
Pero
hay más. El perro podría fácilmente
reconocer enchufes donde recargarse de corriente autónomamente. Usando tecnología ya disponible, el perro
podría identificar rostros humanos, y entender conversaciones que oyera, o leer
texto escrito que viera. Mediante la
simple instalación de cámaras de visión nocturna, el perro podría actuar de
noche. Y mediante cámaras infrarrojas,
el perro podría identificar objetivos ocultos tras maleza u otros obstáculos. El perro puede comunicarse inalámbricamente
con otros iguales que él y, usando software no muy distinto al de los enjambres
de drones aéreos, podría actuar en manada contra un
objetivo identificado.
El perro
robótico, ese can a quien todos repentinamente encontramos
tan adorable. simpático y de infinita ternura, puede finalmente equiparse con software
de inteligencia artificial que le ayude a limitar los daños que pueda sufrir
durante una misión. Si dicho software
estuviera además acoplado a sensores colocados en la estructura del robot, que permitieran
discernir la violencia de eventuales impactos, o la gravedad de unos eventuales
daños, y estimar su efecto en términos de supervivencia… parece que ese análisis de datos podría empezar a llamarse “dolor”.
Skynet contra todos
Naturalmente,
incluso en caso de que tal perro robótico infernal llegase a desarrollarse para
usos militares, cabría esperar que su fabricación y reparación siguiese exigiendo
intervención humana… o quizá no.
Si
hablamos de un perro robótico militar que desplegar por millares de unidades en,
digamos, Afganistán, entonces tiene sentido que tales unidades vegan
asistidas por otras unidades robóticas de mantenimiento y reparación en el propio teatro de operaciones. Al fin y al cabo, hacer una soldadura,
instalar un sensor óptico o colocar una batería son tareas que los robots
llevan años haciendo en las fábricas, simplemente habría que instalar el equipo
adecuado en una plataforma semoviente autónoma.
¿Dónde
quedaría entonces el límite entre la reparación de un perro mecánico militar, y
la construcción de uno nuevo? Obviamente,
en el acceso a los componentes necesarios.
Por mucho que un eventual ejército de perros robóticos tuviese
autoconciencia y deseo de supervivencia, capacidad para aprender e incluso para
repararse, no habría forma de que pudiese mantenerse activo autónomamente.
¿O sí
la hay?
Despierta el monstruo de Frankenstein
Hasta
ahora, hemos limitado nuestro relato al fantástico mundo del perro robótico,
porque nos parece fácil visualizar a Toby, el perro asesino del muñeco satánico
Chucky. Sin embargo, la inteligencia
viene en formas muy distintas a las de un perro. O incluso mil perros.
Solemos asociar la inteligencia a animales dotados de un
sistema nervioso central de tamaño más o menos grande, pero la realidad es más polimórfica. Mientras que en el hombre el sistema nervioso
central contiene el 95% de la masa
neuronal, en el pulpo (bicho muy listo que aprende a abrir tapas de rosca
y memoriza laberintos) el sistema nervioso está en gran medida distribuido por
los tentáculos, mientras el sistema central contiene sólo el 30% de las neuronas. Tan autónomas son sus patas, que un pulpo sólo
puede operar con destreza las que tiene ante su vista, pero no las que no ve.
¿Qué
piensa pues el pulpo de si mismo? ¿Se ve
como uno, o como muchos? ¿Si pierde un
tentáculo, se pierden también los recuerdos asociados a ese tentáculo?
Pero el
asunto se complica aun más.
Los insectos crean colonias en las cuales cada individuo tiene una
función especializada. En el caso de las
abejas, las operarias recogen polen para que coman todas. ¿Y si se cansan? ¿Cómo establecen cual es el equilibrio correcto
entre la conservación propia y el desempeño de su función en la colmena? ¿Por qué aguijonean las abejas a los intrusos,
si saben que perderán su aguijón y morirán?
¿No sería lógico que intentasen sobrevivir? ¿Son entonces heróicas, o simplemente no
piensan en si mismas más de lo que una uña humana piensa en si misma cuando usamos
el cortauñas?
Bueno,
pues volviendo desde fabulandia de nuevo hasta nuestro humilde relato sobre inteligencia
artificial, pensad en qué formas podría adoptar más allá de la del perro. Un sistema de inteligencia artificial, dotado de criterio
de supervivencia por motivos militares o para facilitar un hackeo (otra vez se
nos echa encima la RAE, seguro), podría llegar a acceder al núcleo informático
de un banco, técnicamente conocido con el término inglés “core” bancario.
Los cores
bancarios son sistemas que parten de un diseño muy reglado, pero que luego
evolucionan de forma tan compleja que son casi imposibles de auditar. Este mes ha sido detenido en San Juan (Alicante)
un ciberdelincuente que llevaba años infiltrado en cores bancarios, sin que
hubiese podido ser localizado hasta ahora.
Pero lo que es más sorprendente, es que se cree que este individuo ha
robado más de 1.000 MEUR.
Alto
ahí ¿cómo que mil kilos?. Pues no, no hay error. Hablamos de 1.000 millones de Euros, pero el
número no es lo verdaderamente importante de esa frase. Lo verdaderamente importante es el predicado: “se cree”.
Los cores bancarios son sistemas tan complejos que es difícil incluso
saber cuanto dinero se ha llevado este (execrable, pero admirablemente hábil)
ladrón.
Ahora
imaginaos que un sistema de inteligencia artificial programado para
autopreservarse y sobrevivir, consiga acceso simultáneo a un ejército de drones
y a un core bancario, que le permita transferir dinero contante y sonante para
garantizarse el suministro de los repuestos que su fuerza militar pueda
necesitar. ¿Cuánto tiempo tardaría en
aprender cual es la mejor combinación de fuerza y dinero para obtener esos
suministros?
Tal vez
entonces sí haya una Singularidad después de todo, y la historia acabe escribiéndose
así:
“Skynet
adquirió conciencia de si mismo a las 8 horas y 11 minutos del 19 de Abril de
2021…”
Sólo
que en ese caso no serán ya en las salas de cine donde se encuentren los
humanos aterrorizados. Duerme bien esta
noche, John Connor.
viernes, 23 de marzo de 2018
El culebrón catalán, explicado para curiosos
¡Hola chavales! ¿A que no sabéis qué traemos hoy? ¡Cataluña!
En un famoso sketch publicitario del dúo cómico Gomaespuma, la esposa de un fontanero muy estresado le contaba una llamada recibida desde el colegio, avisando que la caja de herramientas no sabía la tabla del 9. La mujer advertía al fontanero que debía haber dejado a su hijo en el colegio, y le pedía que revisase el maletero del coche, por si el niño estuviese allí. Temiendo su error, el fontanero terminaba justificándose: “¡Me estáis volviendo loco!”.
Y para volver loco a cualquiera es el larguísimo culebrón del Parlament catalán, incluso sin necesidad que medie estrés alguno. Cuando por fin pudo celebrarse ayer votación sobre un candidato a President tras 3 meses de negociaciones, el resultado fue... fallido. El candidato no consiguió los votos necesarios y no pudo por lo tanto ser investido. ¿Por qué? ¿Y qué va a suceder a continuación?
Pues buenas preguntas, dignas pues de excitar la curiosidad científica de los lectores de esta inmarcesible Gacetilla. ¡Vamos allá!
Un plan socialista
En Mayo de 2014 os dijimos que nos parecía probable que el PSOE gobernase a partir del año siguiente, en coalición con Podemos a IU, y apoyándose en los nacionalistas.
En Julio de ese año, los socialistas eligieron a Pedro Sánchez como secretario general, y él debió pensar lo mismo que nosotros, porque inmediatamente puso en marcha una estrategia orientada a amarrar a comunistas y separatistas como socios de gobierno. Pero modestamente renunciamos a la paternidad de la parida, y vamos a bautizar a esa estrategia como el Gran Plan de Sánchez.
El problema del Gran Plan, como os dijimos en Noviembre de 2014, es que los poderosos amigos extranjeros del PSOE no iban a querer que Podemos pillase dinerito accediendo a algún ministerio.
Cuando, celebradas las elecciones en Noviembre de 2015, Sánchez pudo confirmar que la única vía para alcanzar La Moncloa era pactar con Podemos, no estuvo ya pues en condiciones de ofrecer ningún ministerio a los bolivarianos. El obvio resultado fue que éstos le dedicaron una cariñosa peineta, no le votaron y hubo que repetir las elecciones.
La nueva consulta se produjo en Junio de 2016, arrojando resultado casi idéntico al anterior. En esta ocasión, sin embargo, Sánchez intentó forzar el pacto con Podemos a pesar de la oposición de sus mayores, por la vía de presentarlo como hechos consumados. Pero fracasó, en Octubre de 2016 Sánchez fue atajado mediante un golpe de mano y expulsado de su cargo, y Mariano Rajoy se mantuvo en el gobierno.
Sin embargo, no fue ese el fin de la historia. En un dramático giro de acontecimientos, los militantes socialistas mosqueados por haber sido descaradamente ignorados por las fuerzas fácticas con poder sobre el partido, aprovecharon las primarias de Junio de 2017 para devolver a Sánchez a la secretaría general del partido. Y con él, volvió la estrategia de pacto con Podemos-IU y los separatistas.
El pacto con los separatistas
El apoyo de los separatistas al Gran Plan viene dado porque Sánchez ha preacordado secretamente con ellos otorgarles 2 privilegios exclusivos de enorme importancia, que os explicamos en Diciembre de 2017 y que son los siguientes:
Privilegio fiscal
La recaudación de impuestos en Cataluña se haría localmente, otorgando en la práctica a la Generalitat de Cataluña derecho de veto sobre la transferencia de recurso alguno al resto de España. El efecto de esta medida sería el paulatino cese de dichas transferencias económicas, sin contrapartida política alguna, puesto que los electores catalanes seguirían teniendo idéntico peso en la distribución de los impuestos del resto de España que hace el Congreso.
Privilegio judicial
El control sobre la carrera profesional de los jueces en Cataluña se transferiría a un nuevo órgano que, en la práctica, estaría dirigido por los separatistas. De esa forma, ellos se encontrarían en condiciones de “gestionar” con todo el poder el curso de futuras investigaciones judiciales (evitando así daño indebido a pasados o futuros amigos Pujoles).
Animados por tan colosales zanahorias, a partir del regreso de Sánchez los socios separatistas comienzan a movilizarse de nuevo para ejecutar la parte del Gran Plan que les corresponde. Se trata de protagonizar una declaración de independencia ficticia, destinada a envenenar el clima político en España lo máximo posible, con la esperanza de que el Gobierno popular cometa algún error (o tenga un accidente tal como un muerto en una manifestación) que lo haga caer.
Una vez derribado el gobierno popular, el Gran Plan preveía la aparición de Pedro Sánchez como figura mesiánica y salvadora. Descendiendo desde los cielos, Sánchez extendería su mano y tocaría la punta de los dedos de Puigdemont, que mágicamente se avendría inmediatamente a negociar con él. El resultado pre-pactado de tal negociación sería, como los más inquietos de vosotros ya os imagináis, que los separatistas renunciarían mágicamente a la independencia, a cambio del privilegio fiscal y el privilegio judicial que describimos más arriba.
Naturalmente, esto convertiría España en un país de ciudadanos de primera y de segunda. Los residentes en Cataluña, votarían igual que los demás, pero no contribuirían fiscalmente como los demás. Y los del resto del país sufragarían la generosidad de Sánchez pagando más a cambio de nada. Gracias, Pedro.
Los más escépticos de entre vosotros os preguntaréis cómo podemos conocer la existencia de este pacto. Os proponemos pues que uséis la inducción vosotros mismos.
O, en este caso, un pacto.
No contaban con mi astucia
Bueno, pues ya tenemos de acuerdo a Sánchez con los separatistas de ERC y PDeCat (los chiflados de la CUP estaban excluidos del Gran Plan) y Podemos (siempre se puede contar con Podemos si hay 1 ministerio o 2 para colocar perroflautas y repartir subvenciones a las asociaciones de cabecera del partido). De modo que manos a la obra (de teatro, en este caso).
Tras la reelección de Sánchez, los separatistas interpretan su papel se lanzan a la provocación máxima, buscando la confrontación con el Gobierno de España presidido por Mariano Rajoy. Ante la aparente falta de contundencia en la reacción gubernamental, van montando desafíos cada vez más osados, y finalmente ponen en escena el referéndum del 1 de Octubre de 2017.
Dando un ejemplo de democracia separatista, montan una consulta organizada, arbitrada, participada y recontada por ellos mismos, alcanzando un resultado que haría palidecer de envidia al rumano Nicolae Ceaucescu: 90% de votos a favor de la independencia. Una foto fidedigna de la opinión de todos los catalanes, como véis.
Ya, pero ¿y Rajoy?
Pues esperando. Ante la evidencia que el PSOE tenía prepactada la teatralización del 1-O con los separatistas, y que estaba esperando impacientemente que se produjese cualquier actuación del Gobierno de España para criticarla, Rajoy decidió no hacer prácticamente nada. Permitió que los acontecimientos siguieran su curso y esperó.
Visto en perspectiva, fue una jugada maestra. A medida que las provocaciones separatistas se hacían mayores, la opinión pública no separatista (dentro y fuera de Cataluña) se indignaba más y más, y se hacían más fuertes las peticiones de reacción contra los separatistas.
De forma espontánea se organizaron en distintas ciudades de España ceremonias de despedida y ánimo a los policías y guardias civiles que acudían destacados hasta Cataluña. En la época de Twitter y Whatsapp, la superioridad mediática del PSOE fue incapaz de contener la ola de indignación. Tras el 1-O, llegó el 12-O, y España se llenó de banderas.
En esa situación, un pequeño esfuerzo del Gobierno popular fue suficiente para que todos los ojos de la opinión pública apuntasen de forma natural hacia el PSOE, reclamando el apoyo socialista a una intervención contra el separatismo. Ante el pánico por que un Gran Plan descontrolado pudiera acabar con el partido para siempre, finalmente Sánchez no tuvo más remedio que claudicar, abjurar de su pacto con los separatistas, capitular sin condiciones y apoyar públicamente la inédita aplicación del artículo 155 contra ellos.
Ningún medio de comunicación se hizo eco, pero para eso tenéis a la Gacetilla Panfletaria. En ese momento, y por un fugaz instante, Rajoy brilló y pareció menos inmovilista… y más astuto.
Recuento de daños
Y así llegamos a donde estamos hoy. Veamos.
Los socialistas de Sánchez han apoyado el 155. Sin embargo, el fracaso del Gran Plan ha galvanizado a la oposición interna a Sánchez, que le responsabiliza de la destrucción de la franquicia electoral del PSOE. Ante esa situación, cualquier paso atrás de Sánchez sería interpretado como un signo de debilidad dentro del partido, y por lo tanto no le resulta posible cambiar de estrategia.
Así pues, nada ha cambiado y el PSOE mantiene intactos en su programa la plurinacionalidad, los privilegios catalanes (agencia tributaria y Consejo Judicial), y mantiene el apoyo ciego a los separatistas en Cataluña, Valencia, Baleares e incluso Aragón. Paradójicamente pues, el fracaso del Gran Plan lo ha reforzado en el PSOE, al quedar indisolublemente vinculado con la carrera política de Sánchez. Ambos triunfarán o (diríamos que más probablemente) morirán juntos. Lo que no está claro es qué quedará del PSOE cuando eso suceda.
El abismo separatista
Ese, sin embargo, es el medio plazo. Los separatistas, por el contrario, viven un drama existencial mucho más acuciante. La propia continuidad práctica de los partidos separatistas está en cuestión a corto plazo.
Desde que se aprobó el Estatut de Autonomía catalán en 1980, hasta la crisis de 2010, la Generalitat ha tenido más y más transferencias, recursos y dinero cada año. Mientras que la participación de Estado y Ayuntamientos en el PIB de España se mantenía cerca del 31%, los gobiernos autónomos pasaron del 0% hasta el 15% durante ese período.
Esas 3 décadas de contínua abundancia burocrática, durante las cuales se ficharon cargos de confianza, se entregaron contratas públicas y se subastaron licencias, provocaron el crecimiento alrededor de ERC y PDeCat un entourage de 20.000 ó 30.000 personas que, esencialmente, viven del cuento.
Productoras de televisión que venden a TV3, editores de revistas en catalán que viven de las subvenciones, cargos públicos y sus cuñados en las empresas de limpieza, responsables de obras públicas y empresas constructoras, gerentes de urbanismo e inmobiliarias… Hablamos de miles de personas que nunca han conocido un verdadero apuro económico.
Para todos ellos, sin embargo, el fin de una época ha llegado. El un gasto público en España alcanzó en 2010 el 31% + 15% = 46%, un nivel difícil de superar en países de nuestro entorno. A partir de ese punto, por lo tanto, el aumento del pastel autonómico sólo puede hacerse a base de reducir el del Estado y los Ayuntamientos. Pero estos últimos ya están muy privados de recursos en comparación con otros países europeos, de modo que no hay en ellos mucho dónde rascar. Eso fuerza al entourage separatista a intentar la prolongación de su larguísima bonanza buscando nuevos recursos en detrimento del Estado.
Luego la idea tenía sentido y buena pinta (para ellos, claro), y el pacto con Sánchez parecía permitirlo. Sin embargo, todo el plan no podía ocultar cierto tufillo a recurso desquiciado de mal estudiante la noche anterior al examen. Todo podría en teoría salir bien, pero en la práctica no suele hacerlo.
De modo que ahora estamos fastidiados. Con la Generalitat controlada por el Estado tras el 155, se acabaron los nombramientos, adjudicaciones de contratas y el otorgamiento de subvenciones a “els nostres”. Y sin dinero, las lealtades se resquebrajan, los documentos comprometedores pueden empezar a emerger, y el sálvese quien pueda podría estar a la vuelta tras cualquier incidente. Cada día que pase sin dinero, aumenta el riesgo de que se nos hunda el chollo.
Y es todavía peor. A medida que la nómina de fugados al extranjero crece, el dinero astutamente colocado offshore por los separatistas va teniendo que repartirse entre más usuarios, muchos de ellos intelectualmente incapacitados para trabajar en nada distinto al pasilleo político.
Por lo tanto, todo esto es carísimo y se hacer necesario recuperar el control de la Generalitat cuanto antes. Sin embargo, el peaje para eso consiste en recular de forma pública y evidente del plan secesionista, lo cual puede tener efectos electorales poco menos que telúricos.
Hay que entender que ERC y PDeCat no contaban con perder (como el mal estudiante del ejemplo), y no tenían planificado cómo gestionar la derrota. El plan consistía en renunciar a la independencia únicamente tras haber obtenido los privilegios exclusivos (fiscal y judicial), de modo que el resultado de la gestión pudiese presentarse como una victoria.
Sin embargo, renunciar a la independencia sin contrapartidas abrirá la puerta a que los votantes separatistas se hagan muchas preguntas sobre qué les han estado ocultando sus líderes todo este tiempo, y cual era el propósito real de todo este enorme montaje. Inevitablemente, algunos de ellos pasarán a la abstención pero otros, todavía peor, se pasarán a la CUP, que es la competencia.
Con menos votos, y con la CUP rasgándose las vestiduras por la traición separatista cual novia ultrajada, la probabilidad de que ERC y PDeCat vuelvan a gobernar con poder suficiente para alimentar a su entourage puede caer dramáticamente. En esas condiciones, un accidente puede producirse (o un documento puede aflorar), y la implosión de uno o de ambos partidos no es imposible.
A grandes males
De modo que con estos mimbres tiene que hacer su cesto Torrent, el separatista presidente del Parlament. Y tras mucha preparación, esta semana por fin hizo su jugada. De nuevo, salió mal.
Torrent tiene que conseguir que haya nuevas elecciones para poder presentar un programa que pueda implantarse sin provocar otro 155, y así devolver urgentemente a los separatistas el acceso a los fondos de la Generalitat.
Sin embargo, para que comience a correr el reloj de las nuevas elecciones, hace falta votar a un candidato. Nadie quiere serlo, corriendo el riesgo de aumentar las multas a afrontar con patrimonio personal, o alargando unos meses más su potencial, previsible o actual estancia en prisión. Por fin consiguió que hubiese un voluntario, Turull, pero éste se negó a presentar un programa independentista. Y la CUP, que huele sangre y quiere desplazar a ERC y PDeCat como partido repositorio de las esencias independentistas, advirtió que no votaría por nadie que no hiciese una proclama independentista.
Aun así, Torrent presentó a Turull. Con suerte, la CUP decidiría no romper el frente separatista y le apoyaría. Y de lo contrario, al menos empezaría a correr el reloj para las nuevas elecciones. Llegado pues ayer el día de la votación, la CUP no apoyó a Turull, éste no consiguió ser investido, y el reloj se puso en marcha para la celebración de nuevas elecciones antes del 15 de Julio de 2018.
¿Y ahora, qué?
Bueno, pues ahora toca a los partidos reconstruir sus discursos.
El PSOE (o más bien su actual dirección) sigue confiando en el Gran Plan, del cual hará un refrito que consiga mantener a Sánchez en la Secretaría General del partido hasta las próximas elecciones generales. Esas generales sentenciarán al autor del Gran Plan.
ERC y PDeCat tienen que ponerse dignos manteniendo su separatismo, pero teniendo cuidado para permanecer prudentemente tras la raya que marca un nuevo 155. Entre tanto, tienen que confíar que a sus fugados no se les acabe el dinero para vivir en Bélgica sin trabajar (excepto una de ellos, que se ha buscado curro y ha cedido su puesto a la mesa a otro). Además, tienen que defenderse uno del otro, porque ambos se temen que cuando accedan a la Generalitat habrá menos dinero que de costumbre, y que en el subsiguiente juego de sillas, alguno va a haber que se quedará de pie cuando cese la música. Y finalmente, en el PDeCat tienen que resolver las desavenencias entre la vieja guardia y Puigdemont, que parece tiene su propio empresario de cabecera personal (otro contratista), sus propias fuentes de financiación, y que por lo tanto se viene arriba y se pone un poco chulo internamente.
Con toda probabilidad, la CUP se llenará la boca llamando traidores a ERC y PDeCat, para intentar desplazarles en las nuevas elecciones. Se van a poner morados.
El PP no se comerá ni una rosca. La táctica de retraso de Rajoy, aunque éxitosa en última instancia, ha sido mal (o nada) entendida por sus votantes, que se han pasado a Ciudadanos. En la medida en la que las nuevas elecciones se interpreten como una victoria del Gobierno de España, puede que el resultado del PP sea algo mejor que en 2017, pero aun así será muy bajo.
Y finalmente, el gran vencedor, Ciudadanos. Ni fue responsable del Gran Plan, ni sufrió los ataques de un PSOE ávido por pillar La Moncloa, ni cometió nunca el error socialista de aspirar a alcanzar al electorado nacionalista. No está pues ahora obligado a cambiar su programa electoral, beneficiándose así de una imagen pública de coherencia Además, se ha colocado como primer partido de la oposición y, por lo tanto, como receptor privilegiado de voto útil. Pero encima, resulta que Pedro Sánchez no puede atacarlo, porque un posible hundimiento electoral de Podemos convertiría a Ciudadanos en el único socio posible para los socialistas. Todo pues a favor para Ciudadanos, es probable que mejore sus resultados de 2017.
La regla del 9
Lo que al final queda claro es que este escenario es uno de gestión de derrota. Sin embargo, no nos hagamos ilusiones en el sentido de que los problemas quedarán atrás rápidamente, porque el daño ha sido grande. Parte de la población catalana no está en posición a aceptar inmediatamente que lo que se dirimía es fundamentalmente el mantenimiento del modus vivendi de una enorme clase política, nostálgica de su perfecto mundo anterior a 2010. Esa clase política se resiste a afrontar el problema existencial que el ecosistema donde prosperaron se ha secado, y que se avecina un futuro con menos reparto de pastel político, y más incentivos al trabajo honrado.
Entre tanto, preparaos para 4 meses con todos los actores peleándose en escena entre grandes aspavientos: Puigdemont contra Boadella, Junqueras contra Puigdemont, Junts per Catalunya contra PDeCat, la CUP contra ERC y PDeCat, Torrent contra el juez Llarena, fugados contra encarcelados, solteros contra casados, el imperio contra ataca, y más me pica contra más me rasco…
¡Me estáis volviendo loco!
En un famoso sketch publicitario del dúo cómico Gomaespuma, la esposa de un fontanero muy estresado le contaba una llamada recibida desde el colegio, avisando que la caja de herramientas no sabía la tabla del 9. La mujer advertía al fontanero que debía haber dejado a su hijo en el colegio, y le pedía que revisase el maletero del coche, por si el niño estuviese allí. Temiendo su error, el fontanero terminaba justificándose: “¡Me estáis volviendo loco!”.
Y para volver loco a cualquiera es el larguísimo culebrón del Parlament catalán, incluso sin necesidad que medie estrés alguno. Cuando por fin pudo celebrarse ayer votación sobre un candidato a President tras 3 meses de negociaciones, el resultado fue... fallido. El candidato no consiguió los votos necesarios y no pudo por lo tanto ser investido. ¿Por qué? ¿Y qué va a suceder a continuación?
Pues buenas preguntas, dignas pues de excitar la curiosidad científica de los lectores de esta inmarcesible Gacetilla. ¡Vamos allá!
Un plan socialista
En Mayo de 2014 os dijimos que nos parecía probable que el PSOE gobernase a partir del año siguiente, en coalición con Podemos a IU, y apoyándose en los nacionalistas.
En Julio de ese año, los socialistas eligieron a Pedro Sánchez como secretario general, y él debió pensar lo mismo que nosotros, porque inmediatamente puso en marcha una estrategia orientada a amarrar a comunistas y separatistas como socios de gobierno. Pero modestamente renunciamos a la paternidad de la parida, y vamos a bautizar a esa estrategia como el Gran Plan de Sánchez.
El problema del Gran Plan, como os dijimos en Noviembre de 2014, es que los poderosos amigos extranjeros del PSOE no iban a querer que Podemos pillase dinerito accediendo a algún ministerio.
Cuando, celebradas las elecciones en Noviembre de 2015, Sánchez pudo confirmar que la única vía para alcanzar La Moncloa era pactar con Podemos, no estuvo ya pues en condiciones de ofrecer ningún ministerio a los bolivarianos. El obvio resultado fue que éstos le dedicaron una cariñosa peineta, no le votaron y hubo que repetir las elecciones.
La nueva consulta se produjo en Junio de 2016, arrojando resultado casi idéntico al anterior. En esta ocasión, sin embargo, Sánchez intentó forzar el pacto con Podemos a pesar de la oposición de sus mayores, por la vía de presentarlo como hechos consumados. Pero fracasó, en Octubre de 2016 Sánchez fue atajado mediante un golpe de mano y expulsado de su cargo, y Mariano Rajoy se mantuvo en el gobierno.
Sin embargo, no fue ese el fin de la historia. En un dramático giro de acontecimientos, los militantes socialistas mosqueados por haber sido descaradamente ignorados por las fuerzas fácticas con poder sobre el partido, aprovecharon las primarias de Junio de 2017 para devolver a Sánchez a la secretaría general del partido. Y con él, volvió la estrategia de pacto con Podemos-IU y los separatistas.
El pacto con los separatistas
El apoyo de los separatistas al Gran Plan viene dado porque Sánchez ha preacordado secretamente con ellos otorgarles 2 privilegios exclusivos de enorme importancia, que os explicamos en Diciembre de 2017 y que son los siguientes:
Privilegio fiscal
La recaudación de impuestos en Cataluña se haría localmente, otorgando en la práctica a la Generalitat de Cataluña derecho de veto sobre la transferencia de recurso alguno al resto de España. El efecto de esta medida sería el paulatino cese de dichas transferencias económicas, sin contrapartida política alguna, puesto que los electores catalanes seguirían teniendo idéntico peso en la distribución de los impuestos del resto de España que hace el Congreso.
Privilegio judicial
El control sobre la carrera profesional de los jueces en Cataluña se transferiría a un nuevo órgano que, en la práctica, estaría dirigido por los separatistas. De esa forma, ellos se encontrarían en condiciones de “gestionar” con todo el poder el curso de futuras investigaciones judiciales (evitando así daño indebido a pasados o futuros amigos Pujoles).
Animados por tan colosales zanahorias, a partir del regreso de Sánchez los socios separatistas comienzan a movilizarse de nuevo para ejecutar la parte del Gran Plan que les corresponde. Se trata de protagonizar una declaración de independencia ficticia, destinada a envenenar el clima político en España lo máximo posible, con la esperanza de que el Gobierno popular cometa algún error (o tenga un accidente tal como un muerto en una manifestación) que lo haga caer.
Una vez derribado el gobierno popular, el Gran Plan preveía la aparición de Pedro Sánchez como figura mesiánica y salvadora. Descendiendo desde los cielos, Sánchez extendería su mano y tocaría la punta de los dedos de Puigdemont, que mágicamente se avendría inmediatamente a negociar con él. El resultado pre-pactado de tal negociación sería, como los más inquietos de vosotros ya os imagináis, que los separatistas renunciarían mágicamente a la independencia, a cambio del privilegio fiscal y el privilegio judicial que describimos más arriba.
Naturalmente, esto convertiría España en un país de ciudadanos de primera y de segunda. Los residentes en Cataluña, votarían igual que los demás, pero no contribuirían fiscalmente como los demás. Y los del resto del país sufragarían la generosidad de Sánchez pagando más a cambio de nada. Gracias, Pedro.
Los más escépticos de entre vosotros os preguntaréis cómo podemos conocer la existencia de este pacto. Os proponemos pues que uséis la inducción vosotros mismos.
- Los separatistas parecían extrañamente confiados que Cataluña no abandonaría la UE, que los bancos catalanes seguirían contando con acceso a la protección del Banco Central Europeo, y que incluso la participación del Barça en la Liga española no se econtraba en peligro. ¿Cómo se explica tanta confianza?
- Los socialistas propusieron incorporar el nuevo concepto de “plurinacionalidad” en la Constitución. No explicaron para qué lo quería, pero sucede que la plurinacionalidad crea las “naciones” como sujetos soberanos, que pueden pues en cascada decidir sobre sus propios impuestos y poder judicial. Además, los socialistas se mostraron a favor de la creación de una agencia fiscal catalana y del Consejo Judicial Catalán, organizaciones que son necesarias para implantar los 2 privilegios previstos. ¿Es una coincidencia involuntaria?
O, en este caso, un pacto.
No contaban con mi astucia
Bueno, pues ya tenemos de acuerdo a Sánchez con los separatistas de ERC y PDeCat (los chiflados de la CUP estaban excluidos del Gran Plan) y Podemos (siempre se puede contar con Podemos si hay 1 ministerio o 2 para colocar perroflautas y repartir subvenciones a las asociaciones de cabecera del partido). De modo que manos a la obra (de teatro, en este caso).
Tras la reelección de Sánchez, los separatistas interpretan su papel se lanzan a la provocación máxima, buscando la confrontación con el Gobierno de España presidido por Mariano Rajoy. Ante la aparente falta de contundencia en la reacción gubernamental, van montando desafíos cada vez más osados, y finalmente ponen en escena el referéndum del 1 de Octubre de 2017.
Dando un ejemplo de democracia separatista, montan una consulta organizada, arbitrada, participada y recontada por ellos mismos, alcanzando un resultado que haría palidecer de envidia al rumano Nicolae Ceaucescu: 90% de votos a favor de la independencia. Una foto fidedigna de la opinión de todos los catalanes, como véis.
Ya, pero ¿y Rajoy?
Pues esperando. Ante la evidencia que el PSOE tenía prepactada la teatralización del 1-O con los separatistas, y que estaba esperando impacientemente que se produjese cualquier actuación del Gobierno de España para criticarla, Rajoy decidió no hacer prácticamente nada. Permitió que los acontecimientos siguieran su curso y esperó.
Visto en perspectiva, fue una jugada maestra. A medida que las provocaciones separatistas se hacían mayores, la opinión pública no separatista (dentro y fuera de Cataluña) se indignaba más y más, y se hacían más fuertes las peticiones de reacción contra los separatistas.
De forma espontánea se organizaron en distintas ciudades de España ceremonias de despedida y ánimo a los policías y guardias civiles que acudían destacados hasta Cataluña. En la época de Twitter y Whatsapp, la superioridad mediática del PSOE fue incapaz de contener la ola de indignación. Tras el 1-O, llegó el 12-O, y España se llenó de banderas.
En esa situación, un pequeño esfuerzo del Gobierno popular fue suficiente para que todos los ojos de la opinión pública apuntasen de forma natural hacia el PSOE, reclamando el apoyo socialista a una intervención contra el separatismo. Ante el pánico por que un Gran Plan descontrolado pudiera acabar con el partido para siempre, finalmente Sánchez no tuvo más remedio que claudicar, abjurar de su pacto con los separatistas, capitular sin condiciones y apoyar públicamente la inédita aplicación del artículo 155 contra ellos.
Ningún medio de comunicación se hizo eco, pero para eso tenéis a la Gacetilla Panfletaria. En ese momento, y por un fugaz instante, Rajoy brilló y pareció menos inmovilista… y más astuto.
Recuento de daños
Y así llegamos a donde estamos hoy. Veamos.
Los socialistas de Sánchez han apoyado el 155. Sin embargo, el fracaso del Gran Plan ha galvanizado a la oposición interna a Sánchez, que le responsabiliza de la destrucción de la franquicia electoral del PSOE. Ante esa situación, cualquier paso atrás de Sánchez sería interpretado como un signo de debilidad dentro del partido, y por lo tanto no le resulta posible cambiar de estrategia.
Así pues, nada ha cambiado y el PSOE mantiene intactos en su programa la plurinacionalidad, los privilegios catalanes (agencia tributaria y Consejo Judicial), y mantiene el apoyo ciego a los separatistas en Cataluña, Valencia, Baleares e incluso Aragón. Paradójicamente pues, el fracaso del Gran Plan lo ha reforzado en el PSOE, al quedar indisolublemente vinculado con la carrera política de Sánchez. Ambos triunfarán o (diríamos que más probablemente) morirán juntos. Lo que no está claro es qué quedará del PSOE cuando eso suceda.
El abismo separatista
Ese, sin embargo, es el medio plazo. Los separatistas, por el contrario, viven un drama existencial mucho más acuciante. La propia continuidad práctica de los partidos separatistas está en cuestión a corto plazo.
Desde que se aprobó el Estatut de Autonomía catalán en 1980, hasta la crisis de 2010, la Generalitat ha tenido más y más transferencias, recursos y dinero cada año. Mientras que la participación de Estado y Ayuntamientos en el PIB de España se mantenía cerca del 31%, los gobiernos autónomos pasaron del 0% hasta el 15% durante ese período.
Esas 3 décadas de contínua abundancia burocrática, durante las cuales se ficharon cargos de confianza, se entregaron contratas públicas y se subastaron licencias, provocaron el crecimiento alrededor de ERC y PDeCat un entourage de 20.000 ó 30.000 personas que, esencialmente, viven del cuento.
Productoras de televisión que venden a TV3, editores de revistas en catalán que viven de las subvenciones, cargos públicos y sus cuñados en las empresas de limpieza, responsables de obras públicas y empresas constructoras, gerentes de urbanismo e inmobiliarias… Hablamos de miles de personas que nunca han conocido un verdadero apuro económico.
Para todos ellos, sin embargo, el fin de una época ha llegado. El un gasto público en España alcanzó en 2010 el 31% + 15% = 46%, un nivel difícil de superar en países de nuestro entorno. A partir de ese punto, por lo tanto, el aumento del pastel autonómico sólo puede hacerse a base de reducir el del Estado y los Ayuntamientos. Pero estos últimos ya están muy privados de recursos en comparación con otros países europeos, de modo que no hay en ellos mucho dónde rascar. Eso fuerza al entourage separatista a intentar la prolongación de su larguísima bonanza buscando nuevos recursos en detrimento del Estado.
Luego la idea tenía sentido y buena pinta (para ellos, claro), y el pacto con Sánchez parecía permitirlo. Sin embargo, todo el plan no podía ocultar cierto tufillo a recurso desquiciado de mal estudiante la noche anterior al examen. Todo podría en teoría salir bien, pero en la práctica no suele hacerlo.
De modo que ahora estamos fastidiados. Con la Generalitat controlada por el Estado tras el 155, se acabaron los nombramientos, adjudicaciones de contratas y el otorgamiento de subvenciones a “els nostres”. Y sin dinero, las lealtades se resquebrajan, los documentos comprometedores pueden empezar a emerger, y el sálvese quien pueda podría estar a la vuelta tras cualquier incidente. Cada día que pase sin dinero, aumenta el riesgo de que se nos hunda el chollo.
Y es todavía peor. A medida que la nómina de fugados al extranjero crece, el dinero astutamente colocado offshore por los separatistas va teniendo que repartirse entre más usuarios, muchos de ellos intelectualmente incapacitados para trabajar en nada distinto al pasilleo político.
Por lo tanto, todo esto es carísimo y se hacer necesario recuperar el control de la Generalitat cuanto antes. Sin embargo, el peaje para eso consiste en recular de forma pública y evidente del plan secesionista, lo cual puede tener efectos electorales poco menos que telúricos.
Hay que entender que ERC y PDeCat no contaban con perder (como el mal estudiante del ejemplo), y no tenían planificado cómo gestionar la derrota. El plan consistía en renunciar a la independencia únicamente tras haber obtenido los privilegios exclusivos (fiscal y judicial), de modo que el resultado de la gestión pudiese presentarse como una victoria.
Sin embargo, renunciar a la independencia sin contrapartidas abrirá la puerta a que los votantes separatistas se hagan muchas preguntas sobre qué les han estado ocultando sus líderes todo este tiempo, y cual era el propósito real de todo este enorme montaje. Inevitablemente, algunos de ellos pasarán a la abstención pero otros, todavía peor, se pasarán a la CUP, que es la competencia.
Con menos votos, y con la CUP rasgándose las vestiduras por la traición separatista cual novia ultrajada, la probabilidad de que ERC y PDeCat vuelvan a gobernar con poder suficiente para alimentar a su entourage puede caer dramáticamente. En esas condiciones, un accidente puede producirse (o un documento puede aflorar), y la implosión de uno o de ambos partidos no es imposible.
A grandes males
De modo que con estos mimbres tiene que hacer su cesto Torrent, el separatista presidente del Parlament. Y tras mucha preparación, esta semana por fin hizo su jugada. De nuevo, salió mal.
Torrent tiene que conseguir que haya nuevas elecciones para poder presentar un programa que pueda implantarse sin provocar otro 155, y así devolver urgentemente a los separatistas el acceso a los fondos de la Generalitat.
Sin embargo, para que comience a correr el reloj de las nuevas elecciones, hace falta votar a un candidato. Nadie quiere serlo, corriendo el riesgo de aumentar las multas a afrontar con patrimonio personal, o alargando unos meses más su potencial, previsible o actual estancia en prisión. Por fin consiguió que hubiese un voluntario, Turull, pero éste se negó a presentar un programa independentista. Y la CUP, que huele sangre y quiere desplazar a ERC y PDeCat como partido repositorio de las esencias independentistas, advirtió que no votaría por nadie que no hiciese una proclama independentista.
Aun así, Torrent presentó a Turull. Con suerte, la CUP decidiría no romper el frente separatista y le apoyaría. Y de lo contrario, al menos empezaría a correr el reloj para las nuevas elecciones. Llegado pues ayer el día de la votación, la CUP no apoyó a Turull, éste no consiguió ser investido, y el reloj se puso en marcha para la celebración de nuevas elecciones antes del 15 de Julio de 2018.
¿Y ahora, qué?
Bueno, pues ahora toca a los partidos reconstruir sus discursos.
El PSOE (o más bien su actual dirección) sigue confiando en el Gran Plan, del cual hará un refrito que consiga mantener a Sánchez en la Secretaría General del partido hasta las próximas elecciones generales. Esas generales sentenciarán al autor del Gran Plan.
ERC y PDeCat tienen que ponerse dignos manteniendo su separatismo, pero teniendo cuidado para permanecer prudentemente tras la raya que marca un nuevo 155. Entre tanto, tienen que confíar que a sus fugados no se les acabe el dinero para vivir en Bélgica sin trabajar (excepto una de ellos, que se ha buscado curro y ha cedido su puesto a la mesa a otro). Además, tienen que defenderse uno del otro, porque ambos se temen que cuando accedan a la Generalitat habrá menos dinero que de costumbre, y que en el subsiguiente juego de sillas, alguno va a haber que se quedará de pie cuando cese la música. Y finalmente, en el PDeCat tienen que resolver las desavenencias entre la vieja guardia y Puigdemont, que parece tiene su propio empresario de cabecera personal (otro contratista), sus propias fuentes de financiación, y que por lo tanto se viene arriba y se pone un poco chulo internamente.
Con toda probabilidad, la CUP se llenará la boca llamando traidores a ERC y PDeCat, para intentar desplazarles en las nuevas elecciones. Se van a poner morados.
El PP no se comerá ni una rosca. La táctica de retraso de Rajoy, aunque éxitosa en última instancia, ha sido mal (o nada) entendida por sus votantes, que se han pasado a Ciudadanos. En la medida en la que las nuevas elecciones se interpreten como una victoria del Gobierno de España, puede que el resultado del PP sea algo mejor que en 2017, pero aun así será muy bajo.
Y finalmente, el gran vencedor, Ciudadanos. Ni fue responsable del Gran Plan, ni sufrió los ataques de un PSOE ávido por pillar La Moncloa, ni cometió nunca el error socialista de aspirar a alcanzar al electorado nacionalista. No está pues ahora obligado a cambiar su programa electoral, beneficiándose así de una imagen pública de coherencia Además, se ha colocado como primer partido de la oposición y, por lo tanto, como receptor privilegiado de voto útil. Pero encima, resulta que Pedro Sánchez no puede atacarlo, porque un posible hundimiento electoral de Podemos convertiría a Ciudadanos en el único socio posible para los socialistas. Todo pues a favor para Ciudadanos, es probable que mejore sus resultados de 2017.
La regla del 9
Lo que al final queda claro es que este escenario es uno de gestión de derrota. Sin embargo, no nos hagamos ilusiones en el sentido de que los problemas quedarán atrás rápidamente, porque el daño ha sido grande. Parte de la población catalana no está en posición a aceptar inmediatamente que lo que se dirimía es fundamentalmente el mantenimiento del modus vivendi de una enorme clase política, nostálgica de su perfecto mundo anterior a 2010. Esa clase política se resiste a afrontar el problema existencial que el ecosistema donde prosperaron se ha secado, y que se avecina un futuro con menos reparto de pastel político, y más incentivos al trabajo honrado.
Entre tanto, preparaos para 4 meses con todos los actores peleándose en escena entre grandes aspavientos: Puigdemont contra Boadella, Junqueras contra Puigdemont, Junts per Catalunya contra PDeCat, la CUP contra ERC y PDeCat, Torrent contra el juez Llarena, fugados contra encarcelados, solteros contra casados, el imperio contra ataca, y más me pica contra más me rasco…
¡Me estáis volviendo loco!
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