jueves, 15 de marzo de 2012

Entrelíneas - Cortocircuito en China

¿Recordais como se fue a la porra la Unión Soviética?

Pues en China acaba de saltar una noticia que, por algún motivo difícil de explicar, nos ha retrotraído a la caída de la URSS en 1989. Curioso.

El fin de la historia

Hubo un tiempo en el cual la población mundial entera estaba convencida de haber llegado al fin de la historia. Al poco de terminar la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos consiguieron desarrollar su propia versión de la bomba atómica, luego ellos y los norteamericanos se armaron hasta los dientes y, al poco tiempo, el mundo se había dividido en dos bloques políticos, perfectamente definidos alrededor de cada uno de los 2 países.

Desde Europa, que había quedado partida en 2 entre ambos bloques (cuya frontera dividía incluso la propia Alemania en 2 mitades), no veíamos como podía tener final la politica de bloques. Por primera vez en la historia, 2 rivales políticos (EE.UU. y la URSS) controlaban medio mundo cada uno y (este era el elemento definitivo) además tenían capacidad militar (nuclear) como para destuir cada uno al otro medio mundo en cuestión de minutos.

En esas condiciones, nadie se atrevía pues a enfrentarse a las 2 superpotencias, ni estas podían en forma alguna imponerse la una a la otra, de modo que la situación se había estabilizado en lo que se conocía como el “equilibrio del terror”, que parecía tener potencial para durar eternamente.

Puesto que la tecnología militar para llegar a esta situación nunca existido anteriormente, todos dábamos por sentado que no había razón para pensar que esa situación no se fuera a mantener congelada así para siempre, y considerábamos por lo tanto que el mundo había llegado poco menos que al fin de la histora. Tendríamos americanos y rusos dominando al mundo para toda la vida.

Bye, bye Lenin

Sin embargo, un buen día la Unión Soviética se hundió, se deshizo en 15 repúblicas independientes, su zona de influencia se disgregó y, 20 años más tarde, es difícil pensar que el equilibrio del terror hubiera existido nunca. ¿Como fue posible?

Los que recordeis aquella época, evocaréis fácilmente el nombre del último presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov, que fue el responsable del hundimiento del país que gobernaba. Su historia es interesante.

Durante los años ’70, la Unión Soviética, liderada por Leonid Breznev, obtuvo éxito tras éxito en política exterior, incorporando a su esfera pequeños países tercermundistas, hasta entonces dominados por EE.UU. o las antiguas potencias coloniales europeas. Sin embargo, la incorporación a la escena política de la Primera Ministra británica Margaret Thatcher en 1979, y del Presidente norteamericano Ronald Reagan en 1980, produjo un repentino cambio de escenario.

Los dos líderes, que sintonizaban ampliamente entre si, lanzaron al poco de llegar al poder una fuerte ofensiva política interna, reivindicando la superioridad del modelo democrático capitalista de sus países. En política exterior, Reagan se embarcó en una enorme carrera armamentista (llamada la “Guerra de las Galaxias”), con la intención de desfondar a la Unión Soviética, un país económicamente menor y mucho más pobre que EE.UU:, el mantenimiento de cuyo poderío militar exigía enormes sacrificios a la población civil.

En 1982 murió Breznev. Su sucesor fue un viejo enfermo, Yuri Andropov, que también murió poco después, en 1984. Andropov fue, a su vez, sucedido por Konstantin Chernenko, y lo que aconteció a Chernenko fue bastante más interesante.

Chernenko también palmó apenas a los 13 meses de llegar al poder. Aunque tampoco era ningún chaval (tenía 3 años menos que Andropov), parece que el tipo murió de un enfisema pulmonar con cirrosis. Lo raro de esta combinación clínica, combinado con las intrigas palaciegas que se desataron, mosquearon a muchos observadores (puede que algunos recordeis la cualificación de “Kremlinólogo”, que lucían algunos periodistas políticos de la época).

Nuestro hombre en Moscú

Y aquí viene lo bueno. Tras la muerte de Chernenko, entra en escena un tipo mucho más joven, Mikhail Gorbachov, que decide recabar el apoyo de la calle en lugar del proveniente del partido. Hace promesas de democratización y transparencia (la bautizó como “Perestroika”, para la prensa), se dota de una imagen fácil de identificar (su característico sombrero de fieltro) y se hace el ídolo de las masas. Más tarde, aprovecha ese apoyo para hacerse con el control omnímodo del partido y, una vez controlado el sistema, lo vuela desde dentro. ¡Pum!

Vamos, que a Reagan y la Thatcher les resolvió el problema entero. Una vez destruida la Unión Soviética, las potencias occidentales no tuvieron pudor alguno en colmar de las mayores alabanzas a Gorbachov, desde el Nobel de la Paz en 1990, hasta el papel protagonista de un pijo-anuncio de Louis Vuitton en 2007. ¡Te queremos, Gorby!

¡Pues sí que tuvieron suerte Reagan y Thatcher! ¿O no fue suerte? Aaaah... ¡Misterio! Pero el caso es que, si lo pensáis, la cosa tiene su lógica. Un sistema político prácticamente militarizado tiene grandes ventajas de eficiencia, porque nadie discute las órdenes, pero también presenta el considerable inconveniente que, justo por ese motivo, se vuelve muy vulnerable si las órdenes vienen mal dadas. En una situación así, meter a un amigo en el cerebro de la bestia puede ser un arma formidable, por lo menos en pura teoría conceptual.

Bien, pues damos un salto de 20 años en la historia, y llegamos al caso de China hoy. Ved como mola.

Regreso al futuro

Resulta que China, fíjate tú por donde, tiene un sistema político autoritario, muy parecido al de la Unión Soviética de los ’80. Igual que en el caso de la Unión Soviética, cada vez que hay que elegir a un líder nuevo, y a falta de campaña electoral con debates televisivos, lo que se desata es el frenesí conspirador palaciego. Y adivinad qué: en estos días estamos en plena fase de cambio de líder chino.

El actual Presidente de China, Hu Jintao, se pira, y su sucesor, Xi Jinping, se prepara para pillar cacho. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, resulta que a Xi Jinping, que lleva un par de años currándose el ascenso, le había salido un grano: un tal Bo Xilai.

No creais que no comprendemos que, en esto de China, la primera dificultad es aprenderse los nombres. Pero debéis entender vosotros que 1 de cada 5 personas del mundo vive en China, de modo que si tenéis que aprenderos 3 nombres, pues tampoco es excesivo. Así que haced un esfuerzo, y nosotros procuraremos no nombrar a ningún chino más por hoy.

Ah, por cierto, dato para los menos versados: en China los nombres de dicen al revés que en España (y que en casi todo el mundo), es decir, allí se dice Apellido Nombre (en lugar de Nombre Apellido).

El hombre del pueblo

Bueno, total que est Bo Xilai es un tipo relativamente joven, alcalde de Chongquing (¿mande?), un pueblecillo chino de nada más que 10 millones de habitantes. Puede que no hayáis oído hablar de Chongqing hasta ahora, pero resulta que se trata de una de las ciudades chinas más dinámicas económicamente (lo cual, tratándose de China, es mucho decir).

Parece que el tal señor Bo había estado granjeándose el afecto de sus paisanos, por la vía de sacudirle duro a las mafias locales. Una campaña contra el crimen que llevó a cabo recientemente, se saldó con 13 ejecuciones por la vía rápida (rápida para ser China, es decir, más que rápida), lo cual desató algunas dudas sobre si el señor Bo no habría aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid (o el Huangpu pasa por Shangai, que viene a ser lo mismo), para liquidar a algún enemigo político, ya que estaba en ello.

El caso es que la campaña antimafia surtió el efecto deseado, y el tío Bo se convirtió en el ídolo de las masas. Bueno, esa campaña, otra de promoción de viviendas populares, otra de otorgamiento de coberturas sociales a los inmigrantes rurales, otra de proyectos de infraestructuras. Uuuuh... malo, malo.

La cosa empezó a oler como si Bo estuviese preparándose para postularse él mismo como sucesor de Hu Jintao. De modo que el sucesor designado, Xi Jinping (quien justamente no ha llegado ser nombrado a sucesor chupándose el dedo), se puso manos a la obra y, al poco ¡bingo!

¡Pies, para qué os quiero!

Resulta que Bo tiene un socio, un amigo de toda la vida, que ha estado con él en todos los enjuagues (una simbiosis como la que tenían Alberto Ruiz-Gallardón y Manuel Cobo en España). Bueno, pues dicho socio de repente empezó notar el aliento de Xi sobre su nuca, se puso a sudar frío y... ¡sorpresa! Pegó un grito, salió corriendo hasta el Consulado de EE.UU., se metió dentro y se pasó allí el día entero (lo del día entero no es broma, es cierto).

Aunque los americanos no dicen ni “esta boca es mía” sobre el incidente, todo apunta a que lo que el amigo de Bo hacía en el consulado era pedir asilo político de emergencia. Lamentablemente para él, al final del día, despues seguramente de haber hablado con sus superiores, y con mucha amabilidad, el cónsul americano cogió al presunto refugiado de una oreja, lo sacó hasta la calle y allí lo entregó a la policía china. ¡A la trena!

Bo-nito mientras duró

Bien, pues el resto de la historia ya os lo podéis imaginar. Hoy ha anunciado el Partido Comunista chino que Bo se va a su p... casa, y que le sustituirá otro señor chino gris, de nombre imposible de recordar.

Y una vez despejada la polvareda, lo más curioso del caso es como trata a Bo la prensa anglosajona. “Carismático”, “el político más popular de China”, etc., ya sabéis. Vamos que no les ha faltado más que darle el Nobel de la Paz y un papel en un anuncio de Louis Vuitton, y...

¿Comprendéis ahora por qué nos ha recordado tanto este asunto al viejo Gorbachov? ¡Y vosotros leyendo el Marca!

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