martes, 20 de marzo de 2012

Angulo Ciego - Israel y deuda empresarial

Israel contra Obama

Parce que Obama considera que EE.UU. no puede permitirse la sangría económica (amén del coste en vidas humanas) que supone la interminable sucesión de guerras en las que el país se ve involucrado en Oriente Medio, en buena parte como consecuencia directa o indirecta del apoyo que presta a Israel.

Tal vez por este motivo, Obama presionó al gobierno israelí a partir de 2009, para que cejase en la construcción de nuevos asentamientos en los territorios que mantiene ocupados, y para que procurase en su lugar alcanzar un acuerdo de paz con los palestinos.  Con propósito de enfatizar ese interés, Obama envió en 2010 a su propio Vicepresidente, Joe Biden, en viaje oficial a Israel.

Sin embargo, no parece que consiguiera Obama del todo su propósito, porque nada más llegar Biden a Israel, el gobierno de aquel país anunció la concesión de permisos para construir otras 1.600 viviendas más en los territorios ocupados.  Aunque luego hubo las protocolarias matizaciones y tal, no pudo estar más claro que Israel había hecho el equivalente diplomático de una pública pedorreta a Obama, y ante la prensa del mundo para mayor ofensa.

Si bien Joe Biden se tomó la molestia de aparecer 90 minutos tarde por la cena que a continuación tenía previsto compartir con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la reacción presidencial no pareció ir mucho más allá.

Se ve que cuando Netanyahu se sabía bien respaldado en Washington, algo debía haber realmente porque, de hecho, no solo no recortó el Presidente la ayuda militar a Israel sino que incluso duplicó al año siguiente la partida correspondiente a defensas antibalítisticas.  Además, EE.UU. consiguió laboriosamente permiso del gobierno islamista turco, para instalar en ese país un radar antimisiles americano, que se usará para proteger a Israel.  E igualmente labró el consentimiento de España para, en este caso, situar en la base de Rota un sistema antimisiles, embarcado en 4 destructores americanos que, como os podreis imaginar, tiene idéntico uso.

Ahora bien, que una cosa es que EE.UU. colabore en defensa, y otra distinta que Obama se ponga a la orden cuando se trata de salir al ataque.  Porque, a pesar de la insistencia israelí, EE.UU. no solo no ha atacado a Irán en relación con el programa atómico de ese país, sino que además ha bloqueado la venta a Israel de las nuevas bombas revientabunkers, impidiendo de esa forma que este último pueda usarlas en un posible ataque en solitario.

Adicionalmente, no solo se ha negado Obama a intervenir en la guerra civil de Siria (cuando la ocasión la pintaban calva), sino que incluso se ha abstenido de armar a la oposición de ese país, con el resultado que el bando oficialista, denostado por Israel y apoyado por Irán, se está imponiendo militarmente.  En resumidas cuentas y como veis, parece la relación del Presidente Obama con Israel podría ser mejor, por decirlo suavemente.

Bueno, pues ahora puede incluso decirse que algunos empiezan a perder la paciencia.  Hoy publica el Financial Times que el millonario judío norteamericano Harold Simmons ha donado 16 MUSD al Partido Republicano de EE.UU. haciendo, en pleno año electoral, un gesto vistoso que muchos interpretan como el equivalente político de colocar un poster de “Wanted”, con la foto de Obama y 16 MUSD de recompensa.

¡La cosa está que arde, muchachos!

Crédito a empresas

Ya sabéis que en la Gacetilla venimos defendiendo que debe evitarse cargar sobre el contribuyente español el coste del excesivo endeudamiento de muchas empresas de este país (ved nuestro artículo de la semana pasada).

En nuestra opinión, los números no solo demuestran que el sector público no tiene, en realidad, una deuda excesiva (es bien sabido que la deuda pública española es, en realidad, menor que la media de la Eurozona), sino que también dicen que la deuda de las familias es no tan grande y que, para sorpresa de muchos, tampoco lo es la de los bancos españoles.

La que sí está completamente descontrolada es la deuda de las empresas, que además tienen como acreedores, en buena parte, a prestamistas extranjeros.  No solo eso, sino que sostenemos que los 1.400.000 MEUR de deuda de las empresas españolas están, por otra parte, muy concentrados en unos pocos sectores concretos, que fueron los que se apalancaron enormemente durante la borrachera económica de 2004 – 2007 (inmobiliarias, autopistas, renovables, etc.).

Pensamos (y en esto coindiden casi todos los economistas) que como condición previa indispensable para que comience la recuperación, es necesario que se reduzca el nivel de deuda global de la economía española.  En nuestra opinión, eso se refiere particularmente a  la deuda de las empresas.  Para ponerse en el volumen normal que correspondería a un país del tamaño de España, la deuda empresarial debería bajar más o menos a la mitad de su valor actual, es decir, las empresas deberían reducir su deuda en unos 700.000 MEUR.

Como os podéis imaginar, la reducción de deuda solo puede hacerse de 2 formas:  devolviendo la ya contraída, o bien si los acreedores la perdonan.  A pesar de que estos últimos suelen ser reacios a perdonar nada (obviamente), el caso de Grecia prueba que sí pueden llegar a hacerlo, siempre y cuando no tengan más remedio.  En el caso español, ese momento irá llegando a medida que vayan cayendo las empresas deudoras, dando lugar a los correspondientes concursos de acreedores, y éstos a su vez a los acuerdos de reducción de deuda (lamados “quitas”), que sean menester para reconducir la situación.  Pues cuanto antes suceda eso, mejor para todos.

No conviene dramatizar demasiado el efecto social de que se produzcan quiebras porque, de hecho, las empresas afectadas son relativamente pocas y, además, emplean a relativamente pocos trabajadores.   No solo eso, sino que lo probable es que muchas de ellas sigan empleando a los mismos trabajadores incluso después de haber entrado en concurso, ya que los acreedores querrán evitar que las empresas en concurso se paralicen. Pensad en el caso de las empresas de autopistas de peaje, o las de energía renovable.  Está claro que los acreedores preferirán que se sigan cobrando los peajes, y que se sigan manteniendo activos los aerogeneradores, porque esa será la única forma de que ellos mismos consigan recuperar al menos algo del capital prestado.

En cuanto al efecto de las quiebras en la banca española, pues puede efectivamente ser duro, pero incluso así será mucho (¡pero mucho!) más barato rescatar a algún banco que pudiera llegar a caer, que a las empresas deudoras causantes.  Pensad que la reducción de deuda empresarial necesaria debe ser de unos 700.000 MEUR (no toda ella a través de quitas, por supuesto), mientras que el coste del salvamento del sector financiero español completo ha estado hasta ahora por debajo de los 100.000 MEUR.

El remedio para evitar que haya quiebras es mucho peor que la enfermedad.  Para evitar que las empresas sobreendeudadas quiebren, el Estado se puede ver tentado de acabar cargando el muerto, de una forma u otra, al sufrido contribuyente, como si éste no tuviese bastante ya.  Ved sino como, poco a poco, los lobbys que representan a las grandes empresas deudoras, se han puesto en marcha para demandar que el Gobierno dicte planes de rescate de cada sector quejica (con cargo al erario público, naturalmente).

Las eléctricas quieren que se amplíe el reconocimiento de déficit de tarifa (que el Estado acabaría pagando más adelante), o bien que se suba al consumidor la tarifa eléctrica directamente.  Las inmobiliarias quieren que se recobre la desgravación fiscal a la inversión en vivienda (a costa de subir otros impuestos, claro, porque está claro que el déficit debe terminarse).  Las renovables quieren que se amplíen las subvenciones que reciben, y así un sector tras otro.

Naturalmente, los contribuyentes debemos negarnos rotundamente, y asegurarnos que nadie trinque nuestro dinero.  Bastante tenemos ya con lo nuestro, para ir encima haciendo favores a las empresas sobreendeudadas y, ya de paso, a quienes tan irresponsablemente les hicieron esos préstamos en su día.


Lo dicho, ni un duro para ellas.  Ya tuvieron suficiente cuando les fue bien.  De modo que ahora, que se las arreglen con sus bancos, y que cada palo aguante su vela.

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