¡Puf! Qué mal lo hemos pasado.
Durante las últimas semanas, hemos venido sufriendo una sorda inquietud, derivada de la posibilidad plausible que los griegos votasen por Alexis Tsipras, un político cuya lunática propuesta electoral consistía en mantener a Grecia en el Euro sin hacer los recortes necesarios, pero obviamente sin renunciar al indispensable apoyo alemán. Es como la versión radical de aquel triste “¡Que inventen ellos!”, que predicaba don Miguel de Unamuno respecto a España solo que, ya puestos, en el caso de Tsipras sería más bien “¡Que paguen ellos!”.
Claro, a pocos fuera de Grecia se escapa que la propuesta de Tsipras era completamente irreal. La probabilidad de que el sermoneo de un radical de izquierdas griego convenza a los alemanes para pagar las deudas de Grecia es bastante limitada. De alguna forma, los alemanes prefieren que los griegos empiecen antes por adoptar políticas tan descabelladamente radicales como jubilarse a los 67 años, igual que los alemanes, por cierto.
Afortunadamente, la mayor parte de Grecia se ha dado cuenta a tiempo, y han votado por otro candidato. Menos mal. Así que, mientras nos enjugamos el sudor frío que hemos venido padeciendo estos días, nos encontramos con una excelente oportunidad para recapacitar sobre el próximo futuro. ¿Y ahora, qué?
Tornas cambiadas
Ya sabéis que la Gacetilla, ha sido la publicación más pesimista del panorama económico durante un largo tramo de la presente crisis. Nosotros sí veíamos crisis en 2007, preveíamos hasta 3.000.000 de puestos de trabajo destruídos en 2008, no veíamos brotes verdes en 2009 y pensábamos que el anterior gobierno solo hizo recortes reales una vez que la Eurozona nos tuvo que rescatar oficiosamente en Mayo de 2010.
Pero bueno, en Navidad de 2011 cambiamos de gobierno, y el nuevo ha venido haciendo lo correcto durante 2012. Los problemas que ha encontrado han resultado mayores de lo que admitía su antecesor (el déficit público llegó al 8,9% y Bankia estaba arruinada), pero el nuevo gobierno los ha atacado correctamente. La Gacetilla cree que se están haciendo las cosas bien y, como consecuencia de ello, que saldremos de esta situación en unos 18 a 24 meses. Como sucedió en 2008, nos despegamos completamente del resto de la prensa económica y ahora somos, con mucha diferencia, los más optimistas del mercado. Os explicamos por qué.
Tiempo extra
Para empezar, por el comportamiento del gobierno, que ha merecido un premio de la Eurozona. La narrativa política del nuevo gobierno (“cultura del esfuerzo”, “no pedimos que nos den más plazo”, “hay que hacer reformas”), y su aplicación práctica (las reformas se han hecho realmente), nos ha granjeado un rescate bancario sin condiciones macro, que ha provocado sonoras reclamaciones de agravio comparativo por parte de los países que tuvieron rescate macro (Grecia, Irlanda y Portugal).
A la semana siguiente, y habiendo votado ayer los griegos con criterio, el nuevo gobierno se ha librado de un tercer problema (en esta ocasión no heredado su antecesor, claro), de modo que tiene un momento de respiro. Tampoco mucho, porque la presión sobre el bono español sigue, pero claramente ha ganado tiempo.
Y no olvidéis que ganar tiempo es fundamental para España. Aunque las reformas acometidas por el Gobierno eran necesarias, sus efectos solo se verán a medio plazo, de modo que hay que preocuparse por seguir vivos hasta que alcancemos ese medio plazo. ¿Lo conseguiremos? Ya sabéis que la Gacetilla cree que sí. Como es costumbre, podéis no estar de acuerdo con nosotros, pero no podréis decir que no nos mojamos. Vamos a explicaros por qué saldremos adelante.
De aquellos polvos
Como os dijimos en nuestro artículo del 31 de Mayo pasado, el problema macroeconómico de España se produjo entre 2004 y 2007. Durante ese período, cuando la principal prioridad política del gobierno era enterrar el 11-M y negociar con ETA simultáneamente, se colocó a los gobiernos autónomos en situación de protagonizar una explosión de gasto público, y a los bancos españoles en posición de prestar como bestias al sector privado. La obvia consecuencia de ambas políticas fue una borrachera de dinero que anegó la economía entera.
Claro, el problema era el brutal aumento de deuda externa que ese descontrol de gasto público y privado trajo aparej ado. Para cuando finalmente estuvo el juicio del 11-M visto para sentencia, en Julio de 2007, la deuda externa neta de España había pasado desde 300.000 MEUR en 2004, hasta 700.000 MEUR en 2007. De resultas, cuando en Agosto de 2007 sobrevino la crisis de las subprime, el grifo de deuda se cerró abruptamente para los bancos españoles, y empezó lo malo.
El gobierno, sin embargo, dijo hasta Julio de 2008 que no había crisis, y desde Abril de 2009 que ya se había terninado (“brotes verdes”), de modo que siguió gastando y endeudándose como si no hubiese mañana. En 2010, la deuda externa neta de España había superado ya los 900.000 MEUR, convirtiéndose en la segunda mayor del mundo (tras la todavía más colosal de los EE.UU.), y entonces el mercado de deuda se cerró también para el Estado. Tuvo que tomar cartas en el asunto la Eurozona, y solo en ese momento comenzaron los recortes en realidad.
Camino andado
Lo bueno es que, desde entonces, los recortes han sido reales, y ya llevamos pues más de 2 años de ajuste verdadero. Lamentablemente, el gobierno anterior, preocupado por el imposible encaje de los recortes en su narrativa electoral (¿como podían ser necesarios recortes en 2010, si estábamos diciendo que ya había brotes verdes en 2009?), hizo lo mínimo que pudo, y procuró escabullirse del resto. En particular, conspícuamente no tomó las políticamente costosas medidas necesarias para atajar el desmadrado gasto autonómico. Pero, aunque fuera por imposición externa, sí tomó algunas medidas, tales como subir el IVA y bajar los sueldos de los funcionarios.
Por lo tanto, el ajuste de ya había empezado. Ahora, con un Gobierno decidido a llevarlo a término, ha tomado fuerza. Esa es la segunda baza con la que contamos. Como ha demostrado el rescate bancario, que está desprovisto de condiciones macroeconómicas, el Gobierno actual se ha ganado la confianza de importantes actores extranjeros. Es más, se ha colocado incluso en posición de asumir el papel de alumno aventajado, que poner como ej emplo a los demás, lo cual le puede dar acceso a ciertos privilegios. De modo que tal vez el beneficio de un rescate sin condiciones macroeconómicas no sea la última concesión ventajosa para España que veamos.
Fuera del radar
En tercer lugar, como os decíamos en Abril pasado, el déficit público acapara los titulares, pero el sector privado está generando muy buenas noticias. Puesto que el déficit público fue del 8,9% del PIB en 2011, y el déficit por cuenta corriente fue del 3,8% del PIB ese mismo año, eso quiere decir que la diferencia entre ambos, es decir, un importe equivalente al 5,1% del PIB se financió con ahorro privado interno.
Eso es extraordinario. Tened en cuenta que solo 3 años antes, en 2008, el déficit público fue del 3,8% del PIB, mientras que el déficit exterior alcanzó en 9,8% del PIB. En otras palabras, en 2008, el sector privado español tenía un ahorro negativo equivalente al -5,0% del PIB. Luego ha pasado del -5,0% hasta el 5,1% en solamente 3 años, un ajuste de magnitud enorme.
Esta cuestión tiene profundas implicaciones prácticas. El saldo hipotecario español, es decir, el volumen conjunto de todas las hipotecas del país (que son mayoritariamente privadas), está cayendo rápidamente. Comenzó a caer en Agosto de 2010 (después de que el gobierno de entonces empezase a hacer recortes reales, claro), y a estas alturas ya ha bajado más del 10%. Pero es más, puesto que el ritmo de caída es superior al 7% anual. Dicho de otra forma, el deudor hipotecario medio en España está devolviendo su hipoteca al ritmo de un 7% anual o lo que es lo mismo, a este ritmo, el país entero pagaría todas sus hipotecas en 14 años, un lapso impresionantemente corto.
Como es natural, no caerá esa breva, porque siempre habrá algunas hipotecas activas y, por lo tanto, el saldo hipotecario nunca llegará a caer hasta cero. Sin embargo, el hecho de que esté cayendo a ritmo tan acelerado significa que a esta velocidad, para 2017 el saldo hipotecario español será la mitad del que existía en 2010, lo cual sería igualmente espectacular. Para ser preciso, la Gacetilla no cree que siquiera esa reducción llegue efectivamente a producirse porque, mucho antes 2017, los prestamistas hipotecarios se habrán convencido de que el país es fundamentalmente solvente y que sí paga sus deudas. Por ese motivo, comenzarán a prestar de nuevo, y el saldo hipotecario total dej ará entonces de caer ya antes de 2017.
De hecho, algo de esto está sucediendo ya. Incluso los observadores internacionales más críticos admiten su sorpresa (cuando no admiración) por el bajo nivel de morosidad de las hipotecas residenciales en España (particularmente a la vista de la elevada tasa de desempleo del país). Eso sucede ya hoy, pero esperad un par de años, y ya veréis qué dicen cuando llegue 2014. De modo que ya veis, aunque los recortes en el sector público solo han ganado fuerza últimamente, el ajuste del sector privado le lleva ya mucha ventaja, y esa circunstancia acabará trayendo consecuencias en todos los frentes.
Dinero bien empleado
Más allá de la deuda y su reducción, finalmente hay un elemento que está pasando desapercibido a la mayor parte de los observadores, al otro lado de la balanza: el capital físico de España.
Aunque es evidente que resulta mej or no tener deuda que tenerla, no es menos cierto que tener deuda es tanto más aceptable cuanto más patrimonio se posea por otro lado. Y en este sentido, el caso de España es muy distinto del de otros países endeudados, porque la mayor parte de la deuda española (pública y privada) se ha contraído a la vez que el país adquiría una enorme cantidad de capital físico, sin precedente histórico.
Pensad en la vivienda. No hay analista que no sepa que se han construido más viviendas de las necesarias. En 2006, en plena borrachera económica, se comenzó la construcción de más de 800.000 viviendas. Y no hay analista que ignore que la digestión de este colosal stock de viviendas nuevas nos está costando un fuerte dolor de estómago (la Gacetilla prevé que el correspondiente desestocaje no concluirá hasta 2017).
Sin embargo, muchas se nos escapa que el stock de viviendas nuevas en venta es, por mucho que parezca un despropósito, una parte relativamente pequeña de un mercado mucho mayor. Efectivamente, en España se han construido no ya cientos de miles, sino millones de viviendas. Por mucho que algunas (o muchas) de ellas estén en poder de inmobiliarias languidecientes o de la banca, y por mucho que haya dudas sobre su valor exacto, lo cierto es que existen y que, mucho o poco, algún valor sí tienen.
Los números no engañan. En 1991, el parque de viviendas de España era de 17.000.000. En 2011, eran 26.000.000 las que había, de las cuales, obviamente, un tercio con 20 años de edad o menos. Puede que esté más endeudado, pero nadie puede decir que el país en su conjunto no tenga hoy más patrimonio hoy que hace 20 años. Muy pocos países, no ya en Europa, sino en el mundo, pueden presentar cifras como estas.
Churras y merinas
No creáis que todos los países que se han endeudado fuertemente durante la crisis han invertido tanto en vivienda como España. Los EE.UU., que también han tenido un boom inmobiliario enorme, no tienen cifras ni siquera parecidas a las de España, porque en ese caso el proceso ha sido muy distinto. En ese país, el incremento del valor de las viviendas no ha llevado tanto a la construcción de viviendas nuevas, como ha sucedido en España, sino que en gran medida ha producido un fenómeno conocido en inglés como “home equity withdrawal”.
El “home equity withdrawal” consistía en la concesión de ampliaciones de hipoteca a los propietarios de viviendas existentes, quienes utilizaban dichos fondos para embarcarse en gastos de consumo, tales como la compra de nuevos automóviles, o de vacaciones de lujo. Naturalmente, cuando las viviendas volvieron a bajar de valor al pincharse la burbuja inmobiliaria, los coches ya eran viej os y las vacaciones ya estaban disfrutadas, de modo que a los deudores no quedaba gran consuelo. En España, y por mucho que esté devaluada, al menos les queda su nueva vivienda.
Otros países, como Irlanda, sí invirtieron mucho en vivienda nueva, igual que España. Pero incluso en ese caso España ha tenido una ventaja sustancial. Porque mientras en Irlanda prevalecía la prioridad política de evitar el gasto público (y lamentablemente también la inversión pública), en España la inversión privada en vivienda vino acompañada por una enorme masa de inversión pública en infraestructuras.
Como sabe cualquier hombre de negocios que haya querido atravesar Dublín en hora punta, el problema de falta de infraestructuras en Irlanda es gravísimo. Casi no hay autopistas para absorber el enorme incremento de tráfico rodado procedente de los nuevos barrios, no hay metro, el aeropuerto está claramente desfasado, del tren de alta velocidad ni hablamos y los cuellos de botella que la sequía inversora ha provocado son muchos. Lo malo es que, mientras el país se recobra de su crisis, la probabilidad de que se subsanen esas deficiencias es baja, de modo que el país tendrá que vivir una larga temporada atenazado por ellas.
Infraestructuras de primera
Por el contrario, en España sucede algo parecido que con la vivienda. La concentración de la atención pública en algunos casos de gestión manifiestamente mej orable, tales como los aeropuertos de Ciudad Real y Castellón, nos impide ver que esas son poco más que anécdotas de un cuadro mucho más amplio.
Porque lo cierto es que junto a Ciudad Real y Castellón, también están los aeropuertos de Madrid y Barcelona, recién ampliados, bien utilizados y provistos de capacidad suficiente para afrontar la próxima década, sin necesidad de grandes inversiones y con confianza. Por ej emplo, de tener dos pistas cruzadas (solo se podía usar una a la vez) y capacidad para 20 millones de pasajeros al año, el aeropuerto de Madrid ha pasado a tener 4 pistas y capacidad anual para 80 millones de viajeros.
Otro tanto puede decirse de las autopistas españolas. Durante los últimos 20 años se ha construido una red que ahora mide unos 16.000 kms. Por comparación, la red de autopistas de Gran Bretaña tiene unos 3.000 kms, para una población de 60 millones de personas (contra 45 en España), y la de Italia 6.000, para otros 60 millones de personas. La red española es comparable a la de Alemania, cuya población es el doble de la española.
Otro tanto de la red ferroviaria de alta velocidad española, que es la más extensa del mundo tras la de China (cuya población 26 veces superior a la española, por si lo habíais olvidado). No hay comparación posible con países de nuestro entorno próximo. Pero es que en los últimos 20 años también se ha invertido en puertos, infraestructura de transporte y tratamiento de gas natural, tendido eléctrico, telecomunicaciones... en todo.
Menos lobos, Caperucita
Muchas veces se ha dicho que la bonanza de inversiones en España se ha debido al diluvio de subvenciones europeas. Bien, pues no os engañéis, porque esa es una afirmación fundamentalmente errónea. Aunque es cierto que muchas de las inversiones hechas en España han venido financiadas por fondos europeos, no es menos cierto que España ha contribuido fuertemente a la financiación europea, porque por efecto del turismo aquí se devenga mucho más IVA (parte del cual va a la UE) del que correspondería al país por su tamaño, de modo que lo que cuenta no es el dinero recibido, sino la aportación neta.
En términos de aportación neta a la Unión Europea, que es lo que cuenta, la historia es muy distinta, porque España paga mucho más de lo que se dice y porque, desde que se incorporaron los países ex-comunistas del Este de Europa, España también recibe mucho menos que antes. Tanto es así, que la aportación neta de la Unión Europea a España en 2009 ascendió a poco más de 1.000 MEUR, equivalente a 25 EUR por habitante, una cantidad ridícula. De modo que os recomendamos que no admitáis estupideces sobre quien ha pagado las infraestructuras españolas: en su práctica totalidad, hemos sido nosotros mismos.
Sacando partido
De modo que ya sabemos que, afortunadamente, nosotros no nos hemos pulido todo el dinero que nos prestaron (como hicieron otros) sino que, para bien o para mal, la mayor parte lo hemos invertido en el país, y no solo en vivienda. A pesar de ello, todavía cabe la posibilidad de preguntarse si tanta inversión nos colocará en mej or situación para devolver la correspondiente deuda. Bien, pues una vez más somos optimistas, porque pensamos que la respuesta es que sí.
Cuando España se incorporó a la entonces Comunidad Europea en 1986, tuvo que aceptar (en buena parte por exigencia de Francia) que se mantuviesen las barreras arancelarias a las exportaciones españolas durante 7 años. Cuando por fin se retiraron las últimas de estas, en 1993, las exportaciones españolas de bienes y servicios ascendían a uno 60.000 MEUR. Pues bien, el año 2011, las exportaciones de bienes y servicios alcanzaron los 325.000 MEUR, creciendo ese año un 13% respecto al año anterior. ¿No esta mal, eh?
Aunque es difícil saber hasta qué punto las nuevas infraestructuras de carreteras, transporte de energía o aeroportuarias fueron la causa de ese crecimiento, sí es evidente que, desde luego, no han sido un impedimento. Hoy España ha puesto en servicio un segundo gasoducto para gas argelino (esta vez sin cruzar Marruecos), y tiene trenes de regasificación que le permiten importar gas natural licuado por barco desde cualquier país del mundo, de modo que difícilmente será la energía un problema para generar la electricidad necesaria para la industria. El aeropuerto de Barajas funciona hoy al 75% de su nueva capacidad expandida, de modo que tampoco será ese el problema que impida la llegada de nuevos turistas. Y una vez que lleguen esos turistas, tampoco parece probable que no consigan alojarse en alguna de las miles de segundas residencias disponibles en toda la geografía nacional.
Con esos datos se comprende mej or por qué motivo, de hecho, las exportaciones de bienes y servicios españoles han evolucionado mej or que las de nuestros socios europeos (el problema, naturalmente, es que estábamos importando todavía más de lo que exportábamos, lo cual es insostenible). Fijaos, por ej emplo en que, pesar de que el país no es sede de un solo productor automovilístico, no solo es el segundo en Europa por producción, sino que ni uno solo de los fabricantes presentes en el país ha cerrado una planta de las que tenían aquí (y eso que sí las han cerrado en otros sitios).
Duro de pelar
La consecuencia es que, a pesar de lo que parece, el país resiste. Mientras que en 2006 se iniciaron 860.000 viviendas, este año se empezarán solo unas 50.000. Puesto que cada vivienda da lugar (más o menos) a 2,5 empleos, eso quiere decir que en los últimos 5 años se han destruido unos 2.000.000 de puestos de trabajo solamente en el sector de la edificación de vivienda. Teniendo en cuenta que la destrucción de empleo global ha sido de 2.400.000 puestos de trabajo, la importancia del factor vivienda es evidente.
Aun así, tras más de 4 años de crisis, todavía trabajan en España unos 17.000.000 de personas. Durante la anterior crisis, en 1993, trabajaban 11.000.000 de personas. Es evidente que, incluso descontada la parada de la construcción de vivienda (que durará hasta 2017), el país es hoy mucho más fuerte que entonces.
Pues venga, menos lloros. A pesar del amplio anecdotario, España ha gastado bien la mayor parte del dinero que le prestaron. El sector privado está devolviendo sus deudas rápidamente, y el sector público está haciendo los ajustes necesarios para dej ar de endeudarse rápidamente (su plan de reducción del déficit público es el más agresivo de la Eurozona). Dentro de 12 días se demostrará que España ya está exportando más bienes y servicios de los que importa, y dentro de 24 meses se demostrará que el país tiene superávit corriente y que, por lo tanto, también estará entonces devolviendo su deuda externa.
¿De modo que ya está? ¿Ha pasado ya la pesadilla? Pues nos tememos que no, porque España puede estar en el alero todavía hasta superar Octubre de 2012, mes en el cual vencen más de 20.000 MEUR de deuda pública que hay de devolver. Además, y aunque no sea tan emocionante (en el peor sentido de la palabra), el año 2013 todavía será duro, habrá despidos y seguirá aumentando el paro.
Pero os aseguramos que dentro de 24 meses, en Junio de 2014, estaremos hablando de una película totalmente distinta. Con superávit externo, la banca ya reestructurada, el gasto público ya recortado y la recaudación fiscal en ascenso, España no solo seguirá en el Euro, sino que se habrán puesto las bases para otro largo período de estabilidad y crecimiento.
¡O sea que duro, y a por ellos, muchachos!
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